Mi país les necesita: nada de cooperar, reconocer ni hacer negocios con la junta militar en Birmania

Un manifestante realiza el saludo con tres dedos de los activistas durante una manifestación contra el golpe de Estado que se llevó a cabo el 21 de febrero de 2021 en el exterior del centro comercial Hledan Centre en Rangún (Birmania/Myanmar)
por Khaing Zar Aung

El 1 de febrero de 2021, el ejército de Birmania (Myanmar) derrocó al Gobierno civil encabezado por la Liga Nacional para la Democracia y se negó a permitir que los diputados electos ocuparan sus escaños y formaran un Gobierno. Desde entonces, el ejército ha declarado la guerra al pueblo. Los generales quieren remontarnos al pasado y regresar a la oscura época de la dictadura. No tienen ninguna visión para el futuro de nuestro país. El pueblo de Birmania, tanto jóvenes como adultos de todos los ámbitos sociales, sí tiene una visión: libertad, democracia y derechos humanos. Todos ustedes podrán ver que están dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para lograrlo. Sin embargo, van a necesitar que la comunidad internacional y las empresas de todo el mundo les apoyen.

Cientos de miles de manifestantes, que cada día son más y marchan liderados por jóvenes de todos los ámbitos sociales –incluidos estudiantes, trabajadores, funcionarios públicos y empresarios particulares–, se están lanzando a las calles para exigir la liberación de sus representantes elegidos democráticamente, entre los que se encuentran la consejera de Estado Aung San Suu Kyi y el presidente Win Myint. Además, el pueblo está pidiendo la restauración de la democracia. Se calcula que el 22 de febrero de 2021 entre ocho y diez millones de personas de todo el país secundaron la huelga general y las manifestaciones masivas en apoyo a la causa. Los funcionarios, pilotos, conductores de tren, médicos, trabajadores del sector textil y muchos otros ya no están acudiendo a sus puestos de trabajo como parte de un enorme movimiento de desobediencia civil por todo el país.

Los militares han impuesto la ley marcial y son cada vez más violentos contra los manifestantes pacíficos que se muestran a favor de la democracia. Los soldados han usado cañones de agua, gases lacrimógenos, tirachinas, balas de goma y munición real y han disparado contra al menos cuatro manifestantes pacíficos.

Uno de ellos, de tan solo 16 años, recibió un disparo cuando intentaba rescatar a gente herida en una manifestación en Mandalay y decenas de personas han sido gravemente heridas. Según nos han informado, los voluntarios de primeros auxilios suelen ser uno de los objetivos del ejército porque intentan ayudar a los manifestantes heridos.

El régimen ha liberado a más de 23.000 delincuentes de las prisiones que actualmente están aterrorizando a la población mediante incendios provocados, el envenenamiento de los suministros de agua y amenazas a los ciudadanos por la noche. Las fuerzas policiales y militares están deteniendo a los que se unen al movimiento de desobediencia civil noche tras noche. El acceso a Facebook, Instagram y Twitter está prohibido y con frecuencia están obligando a las proveedoras de servicios de telecomunicaciones a suspender completamente internet. Los diputados del país elegidos democráticamente siguen detenidos, junto a más de 600 prisioneros políticos. Los militares están pidiendo a los dueños de las fábricas que les faciliten los nombres y direcciones de los líderes sindicales para poder detenerles; los soldados van puerta por puerta por los dormitorios y hostales de los trabajadores para intentar encontrarles. Los miembros del comité ejecutivo central y los principales líderes sindicales de la Confederation of Trade Unions of Myanmar (CTUM) y de sus sindicatos afiliados se han tenido que esconder después de que el ejército publicara una lista secreta de 27 sindicalistas que había que perseguir en virtud del código penal 505.

Nada de esto ha frenado al movimiento pacífico por la democracia, que cuenta con el apoyo del resto del mundo. El ejército quiere regresar a una dictadura manifiesta. Y al mismo tiempo quiere que las empresas extranjeras permanezcan en el país. Los líderes militares quieren proteger sus intereses y siguen enriqueciéndose sin medida. Ahora necesitamos que la comunidad internacional, los Gobiernos, las empresas y la sociedad civil internacional envíen una señal clara e inequívoca: nada de hacer negocios, cooperar ni reconocer diplomáticamente a la junta.

El papel de las empresas: nada de hacer negocios con la junta

En nombre de la CTUM y la Industrial Workers Federation of Myanmar (IWFM) solicitamos a los sindicatos y organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo que se unan a nosotros para presionar a las empresas extranjeras que operan en Birmania con el objetivo de que:

• Manifiesten públicamente su condena al golpe de Estado militar en Birmania. Lo que ocurrió el 1 de febrero fue un golpe de Estado. Los comunicados del ejército donde aseguran que solo actuaron para proteger a la constitución y garantizar unas elecciones justas son mentiras flagrantes. No existe ningún tipo de justificación para lo que los líderes militares están intentando hacer. Un golpe de Estado debe definirse como lo que es: un golpe de Estado.

• Declaren públicamente que si el golpe de Estado militar sigue adelante tendrá un impacto negativo en las futuras inversiones extranjeras, así como en la economía y el desarrollo social de Birmania. El ejército cree que puede silenciar al pueblo mediante el uso de la fuerza bruta y que las empresas extranjeras quieren seguir generando ingresos en Birmania. Las empresas extranjeras tienen que manifestar sin rodeos que ese no va a ser el caso. Tienen que dejar claro que exigen que se respeten los derechos humanos y civiles si se quedan en Birmania y que sacarán las inversiones extranjeras del país si el ejército sigue adelante con el golpe de Estado.

• Actuar con la debida diligencia para garantizar que no haya ningún vínculo comercial ni de inversión en la cadena de suministro directamente relacionado con el ejército ni con sus asociados. Todas las empresas deben actuar de un modo riguroso con la debida diligencia y el ámbito empresarial tiene que manifestar públicamente que está cumpliendo con sus obligaciones en materia de la debida diligencia. Ya es hora de que las empresas demuestren que sus discursos sobre la responsabilidad social corporativa son algo más que meras palabras.

• Garanticen que sus actividades comerciales y sus proveedores no contribuyen ni agravan las violaciones a los derechos humanos. Las empresas deben ayudar a garantizar que ningún trabajador ni líder sindical sea penalizado por participar en las manifestaciones contra el golpe de Estado. Las multinacionales deben asegurarse de que sus proveedores no despiden ni penalizan a los trabajadores por participar en dichas manifestaciones. Además, tienen que dejar claro que no van a aceptar que los proveedores denuncien a los trabajadores ni a los líderes sindicales ante las autoridades militares o policiales.

• Hagan una declaración pública para garantizar que sus proveedores no se vean afectados por penalizaciones ni otras consecuencias económicas debido a retrasos en la entrega u otros incumplimientos de los contratos relacionados con las manifestaciones. Los proveedores tan solo se abstendrán de sancionar a los trabajadores por haber participado en las manifestaciones si les aseguran que ellos a su vez no serán sancionados por los clientes extranjeros. La conducta de los clientes extranjeros durante la pandemia de la covid-19 ha quebrado la confianza que tenían los proveedores en las prácticas de compra responsable de las marcas. Las multinacionales tienen que comprometerse públicamente a este tipo de prácticas para que los proveedores puedan hacer lo correcto.

El pueblo de Birmania no está haciendo huelga contra las empresas. Hace huelga contra una junta militar que está poniendo en peligro el futuro del pueblo y el país. Si el movimiento triunfa, también será un éxito para Birmania como punto de producción integrado a nivel mundial.

Como mínimo, necesitamos que las multinacionales cumplan con los cinco puntos anteriormente detallados. Las empresas extranjeras que no alcen la voz ahora estarán enviando un mensaje claro a los militares: que están dispuestas a permanecer en el país bajo una dictadura militar siempre y cuando los precios sean atractivos. Esto es inaceptable.

El papel de los Gobiernos: nada de reconocimiento ni cooperación

La CTUM insta a los Gobiernos nacionales, los sindicatos nacionales e internacionales y las organizaciones de la sociedad civil a que apoyen a los trabajadores que votaron en las elecciones democráticas de noviembre de 2020 mediante:

• La imposición de sanciones económicas generales para frenar todo tipo de ingresos del ejército;

• El apoyo al pueblo de Birmania cuando solicitemos a la Unión Europea que retire el trato comercial preferente a Birmania mediante la iniciativa Todo menos Armas (TMA);

• El apoyo al pueblo de Birmania cuando solicitemos a las instituciones financieras internacionales que suspendan todas sus actividades en Birmania –ya que todas las actividades relacionadas con los ministerios gubernamentales se traducen en un respaldo al golpe de Estado–;

• El apoyo al pueblo de Birmania cuando solicitemos a la Asamblea General de las Naciones Unidas que mantenga el asiento de Birmania vacío hasta que nuestros representantes electos puedan formar un parlamento y un gobierno.

Los gobiernos, las organizaciones internacionales, las empresas y la sociedad civil tienen que hacer que la junta entienda que el golpe de Estado está poniendo en peligro todas las relaciones internacionales y las preferencias comerciales. El acuerdo TMA de la Unión Europea otorga un trato comercial preferente a los países en vías de desarrollo que respetan y promueven la democracia y los derechos humanos. Birmania lleva desde 2012 beneficiándose del TMA –gracias al cual se han creado cientos de miles de puestos de trabajo para los trabajadores del sector textil–.

Mi sindicato, la IWFM, es uno de los mayores sindicatos sectoriales y lleva trabajando sin descanso para proteger los derechos y mejorar las vidas de los trabajadores del sector textil y de sus familias desde que nos permitieron regresar al país tras el fin de la anterior dictadura en 2012. Nuestra federación, la CTUM, es la única federación sindical registrada a nivel nacional y la más representativa, con más de 67.000 miembros en siete federaciones sectoriales, que abarcan la agricultura y a los agricultores, el sector de la construcción y la carpintería, el industrial, el minero, el de transporte y marinero, el alimentario y el energético.

La CTUM y la IWFM apoyan a nuestros miembros y a todas las personas de Birmania que se están manifestando pacíficamente para recuperar sus derechos democráticos.

La anulación del TMA nos afectaría muy gravemente. Se perderían puestos de trabajo y pondría en peligro nuestra propia supervivencia. Sin embargo, no existe un peligro mayor para nuestra vida y nuestro futuro que la dictadura militar. Eso ya lo hemos vivido y sabemos lo que significa.

El pueblo de Birmania ha demostrado estar dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para conquistar la libertad y la democracia. Necesitamos ejercer la mayor presión posible sobre el ejército para conseguirlo. Y necesitamos que ustedes –los trabajadores, los ciudadanos, las empresas y los gobiernos del mundo– nos ayuden a lograrlo.

Juntos, el pueblo de Birmania y la comunidad internacional, podemos recuperar la democracia. Mediante la desobediencia civil, las manifestaciones y las huelgas, el pueblo de Birmania está hablando alto y claro. Necesitamos que la comunidad internacional haga lo mismo. Necesitamos que se pongan de nuestro lado para acabar con este golpe de Estado militar.

Khaing Zar Aung es presidenta de la Federación de Trabajadores Industriales de Myanmar (IWFM) y miembro del Comité Ejecutivo Central de la Confederación de Sindicatos de Myanmar (CTUM). Desde los 16 años comenzó a trabajar como trabajadora en la industria textil, antes de unirse al movimiento político opuesto a la anterior dictadura militar, liderado por la Federación de Sindicatos de Birmania (FTUB), en el exilio en 2007. A su regreso a Myanmar en 2012, desempeñó un papel de liderazgo en el desarrollo del movimiento sindical libre y democrático. Khaing Zar Aung está actualmente estudiando en Alemania con el fin de obtener una maestría en políticas laborales y globalización.
Este artículo ha sido traducido del inglés y es una versión editada de la columna de opinión publicada inicialmente por Global Labour Column.
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