Mozambique: 30 años sin paz, ni buen gobierno, ni desarrollo

Vista de maputo, capital de Mozambique. Wikimedia Commons / Andrew Moir, CC BY-SA

por Eduardo Bidaurratzaga

 

Emblema del Frente de Libertação de Moçambique (FRELIMO) en 2015

Martes, 27 de diciembre de 2022. La historia de Mozambique está repleta de episodios en los que diferentes formas de conflictos (armados y/o sociopolíticos) con participación de actores tanto externos como internos han coexistido durante décadas. Sin embargo, con frecuencia esta se presenta como una sociedad que, con diferentes altibajos en su caminar, hace ya tres décadas que entró en una fase de posconflicto.

 

 

El colonialismo portugués se enfrentó al Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) desde mediados de los años 1960, en pleno auge de los movimientos de liberación anticoloniales en el continente africano. Pero fue la caída del régimen autoritario de Portugal en 1974, mediante la Revolución de los Claveles, la que desencadenó la independencia de Mozambique un año después, junto con otras colonias portuguesas. No obstante, el nuevo estado independiente, gobernado por el FRELIMO, de orientación marxista-leninista, se encontró tan solo dos años más tarde con el estallido de un nuevo conflicto armado.

Aquello surgió como consecuencia del enfrentamiento entre el gobierno de partido único y la Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO). Este era un grupo armado insurgente de orientación anticomunista, financiado por los regímenes de minoría blanca de Sudáfrica y Rodesia y apoyado por diversas potencias occidentales en el contexto del enfrentamiento bipolar.

Bandera de la Resistência Nacional Moçambicana (RENAMO). 

El conflicto entre el FRELIMO y la RENAMO, que pese a su notable influencia exterior fue conocido como guerra civil de Mozambique, duró alrededor de 15 años y tuvo graves consecuencias humanas y socioeconómicas.

Han pasado ya 30 años desde la firma del Acuerdo General de Paz de Roma en 1992, con el apoyo de Naciones Unidas y en el contexto del fin del apartheid sudafricano y del colapso del bloque soviético. Desde entonces, muchas cosas han cambiado, pero otras dinámicas permanecen.

Evolución socioeconómica

La mejora de los niveles de diferentes indicadores de desarrollo tras el fin del conflicto armado entraba dentro de lo previsible. Así, la esperanza de vida al nacer o la tasa de finalización de educación primaria han aumentado significativamente desde entonces. Algo similar ha sucedido con el nivel de ingreso per cápita, aunque muy por debajo de los valores medios para África Subsahariana y para los Países Menos Adelantados (PMA).

Tropas portuguesas durante la guerra de independencia de Mozambique. Wikimedia Commons / Joaquim Coelho

En 2021 Mozambique ocupó uno de los últimos puestos de la categoría de bajo desarrollo humano (el 185 sobre un total de 191 países). Pese a la mejora en su Índice de Desarrollo Humano y en otros indicadores vinculados a este, su valor se encuentra también por debajo de la media de estos grupos con los peores datos.

 

Igualmente, la reducción en los niveles de pobreza, a la que tantos esfuerzos han sido dirigidos, pese a ser notable, dista de ser satisfactoria. Así, la tasa de incidencia de la pobreza se ha reducido sustancialmente en las últimas décadas. No obstante, estas tendencias generales ocultan el incremento paralelo de los niveles de desigualdad y la fuerte concentración de los hogares pobres en las zonas rurales.

Una democracia con asignaturas pendientes

Dos mujeres en Luabo (Mozambique). Wikimedia Commons / Matthew James Read

A nivel político, la paz formal dio paso a una democracia multipartidista que con el tiempo ha evidenciado diferentes deficiencias y grandes asignaturas pendientes. Entre ellas podríamos citar la falta de alternancia en el gobierno, el inacabado proceso de descentralización a nivel territorial o el reiterado cuestionamiento de la transparencia en los procesos electorales por parte de la RENAMO.

 

Lo mismo cabría decir sobre los bajos niveles de calidad democrática o la alta percepción de la corrupción, evidenciados en la baja posición de Mozambique en índices sobre democracia o corrupción.

Finalmente, la confluencia de estos y otros factores acabaron por convertir el enfrentamiento político en armado cuando la RENAMO decidió retomar las armas en 2013. Ello se concretó en ataques sobre objetivos concretos como instalaciones gubernamentales y emboscadas a trenes o vehículos en las carreteras, mayormente en las regiones del centro y norte del país.

Varios años con diferentes iniciativas de pacificación fueron necesarios para llegar finalmente al Acuerdo de Paz de 2019, si bien este acuerdo ha sido violado en diversas ocasiones por una de las facciones de la RENAMO.

Megaproyectos extractivos y nuevos conflictos

Uno de los principales cambios recientes está vinculado a la explotación de recursos extractivos, mayormente carbón y gas natural en las provincias de Tete y Cabo Delgado, respectivamente. Todo ello ha supuesto el desembarco de grandes empresas transnacionales, tanto desde el Norte como desde el Sur Global.

En estas zonas se han generado expectativas optimistas sobre la mejora de las condiciones de vida para la población local. Sin embargo, existe gran incertidumbre y preocupación respecto a los efectos concretos que todo ello puede llegar a tener realmente.

 

Venta callejera de carbón en Vilanculos (Inhambane, Mozambique). Wikimedia Commons / © Tom Corser 2020

A esto habría que añadir la falta de transparencia y las prácticas clientelares, que a menudo consolidan la captura de recursos por parte de las élites políticas. Todo ello acaba conformando una sociedad “de acceso limitado” que evita una distribución justa de los beneficios resultantes de esas grandes inversiones y la aplicación de un modelo de desarrollo más inclusivo.

A su vez, estas dinámicas han aumentado también el riesgo de sobreendeudamiento y el servicio de la deuda pública de Mozambique ha aumentado muy rápidamente en los últimos años.

Además, se está generando gran frustración e incremento de la conflictividad vinculada al incumplimiento de las expectativas iniciales, a procesos de reasentamientos forzosos de miles de personas, así como a los daños medioambientales generados por dichos megaproyectos.

Por último, a partir de finales de 2017 surgió en este contexto un nuevo brote de violencia armada en Cabo Delgado vinculado a sectores radicalizados del Islam, cuyas causas conviene no simplificar.

Esto comenzó con ataques a puestos de policía, emboscadas y enfrentamientos con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que continuaron con la destrucción de infraestructuras, quema de viviendas y asesinatos indiscriminados de la población civil en dicha provincia, para luego extenderse a las vecinas Niassa y Nampula.

Se estima que unas 3 500 personas han muerto como consecuencia de estos ataques y en torno a 800 000 han sido forzadas a abandonar sus hogares. Ante esto, la militarización de esta zona del país por parte del ejército y de fuerzas armadas de Ruanda y de la SADC como grupo regional se ha convertido en la principal respuesta por parte del gobierno; todo ello en un contexto de duras críticas a la actuación de las fuerzas de seguridad por graves abusos y violaciones de derechos humanos.

La lucha continúa

No hay duda de que en las tres últimas décadas se han producido en Mozambique grandes transformaciones en áreas muy diferentes, si bien no siempre positivas. Todo ello no ha hecho sino evidenciar los problemas y límites del modelo de desarrollo actual en términos económicos, sociales y políticos, así como los grandes retos a los que se enfrentará en el futuro.

Durante la guerra de independencia se popularizó una expresión, convertida en lema para un pueblo que aspiraba a liberarse de sus ataduras, a ser dueño de su futuro y a reconstruir su país para crear de forma colectiva una nueva realidad y alcanzar el logro una vida mejor. A día de hoy esta sigue aún muy vigente, porque para la mayoría de la población de Mozambique a luta continua… –la lucha continúa–.


Este artículo es una adaptación de la carta del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (GETEM) de la UAM titulada ‘Mozambique tres décadas después: ni paz, ni buen gobierno, ni desarrollo’ y escrita por el autor.


Eduardo Bidaurratzaga Aurre es Doctor en Economía y Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU). Miembro de HEGOA (Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional), donde realiza diferentes actividades de docencia de posgrado, investigación, impulso de publicaciones y gestión. Es también miembro del GEA (Grupo de Estudios Africanos) y del GETEM (Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial), ambos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Director del Máster Universitario Globalización y Desarrollo (UPV/EHU) y docente en títulos de posgrado de otras universidades sobre temas de economía internacional, desarrollo y cooperación en África Subsahariana, así como autor de diversas publicaciones sobre estos temas.

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