«Mujeres en el arte. 50 intrépidas creadoras que inspiraron al mundo»

Un libro de la ilustradora norteamericana Rachel Ignotofsky publicar da a conocer a mujeres que han legado grandes obras de arte a la Humanidad a lo largo de la historia.

Son loables los esfuerzos que vienen haciendo algunos museos y galerías de arte por recuperar la obra de mujeres que, por el hecho de serlo, fueron olvidadas, ignoradas, reprimidas o marginadas de los circuitos culturales monopolizados por el hombre.

En el Museo del Prado se puede ver aún estos días una exposición de obras de arte creadas por mujeres del siglo diecinueve que durante años fueron casi todas unas perfectas desconocidas para la sociedad de su tiempo y de los tiempos que las siguieron.

En otro contexto, el mismo museo ha divulgado las pinturas de Clara Peeters, Lavinia Fontana y Sofonisba Anguissola, revelando las cualidades de unas creadoras cuya obra, desconocida para el gran público, estaba al mismo nivel de calidad que la de sus contemporáneos.

Mujeres en el arte cubierta

En esa misma línea de reivindicación de las mujeres que han aportado grandes obras al mundo del arte y de la cultura, la ilustradora norteamericana Rachel Ignotofsky acaba de publicar «Mujeres en el arte. 50 intrépidas creadoras que inspiraron al mundo» (Capitán Swing&Nórdica), un libro con el que da a conocer a mujeres que han legado grandes obras de arte a la humanidad a lo largo de la historia, desde la antigüedad a nuestros días, aunque la mayoría de ellas pertenecen a los siglos diecinueve y veinte, cuando los movimientos feministas y de emancipación comenzaron a permitir que el mundo tuviera conocimiento de sus respectivos trabajos, pese a lo cual no fue hasta muy tarde, en 1987, cuando pudo inaugurarse un Museo Nacional de Mujeres Artistas, en Washington.

Dice Rachel Ignotofsky que los últimos descubrimientos en la investigación de las pinturas rupestres apuntan una autoría femenina en muchas de ellas y que en el arte egipcio y de la antigüedad clásica la mujer tenía un fuerte protagonismo, como lo demuestran las pinturas en las cerámicas de Grecia y Roma.

A lo largo de la lectura de estas cincuenta biografías sorprende el esfuerzo que muchas de esas mujeres tuvieron que hacer para superar las dificultades que les imponían el sexismo, el clasismo o las costumbres de sociedades que no permitían que las mujeres fueran protagonistas en ningún ámbito profesional ni artístico.

Algunas de esas mujeres, de raza negra, tuvieron que enfrentarse además a los prejuicios racistas que se unían a aquellas dificultades, como las escultoras Mary Edmona Lewis y Augusta Savage, las pintoras Alma Thomas, Faith Ringgold y Loïs Mailou Jones, la arquitecta Norma Sklarek. Y hay que valorar también que la mayoría de esas artistas no se limitasen a crear sus obras sino que fuesen luchadoras por la libertad, la justicia y los derechos sociales.

Hay en esta selección mujeres que, gracias a esos esfuerzos, pudieron hacerse con un lugar destacado en el mundo del arte y conseguir un reconocimiento universal, como Tamara de Lempicka, Frida Kahlo, Louise Bourgeois o Georgia O’Keeffe, pero el lector descubrirá en este libro nombres que apenas han tenido repercusión fuera de algunos circuitos especializados y que sin embargo tienen a sus espaldas una obra colosal en la pintura, la fotografía, el cine, la arquitectura o el diseño.

Es el caso de la ilustradora Christine de Pizan (1364-1430), quien denunció la opresión a la que estaban sometidas las mujeres en la Francia medieval con obras como «La ciudad de las damas»; Rosa Bonheur (1822-1899), quien rompió las reglas que encorsetaban a la mujer en comportamientos de género y cuya obra «La feria de caballos» fue admirada internacionalmente y elogiada por el legendario Buffalo Bill; la arquitecta Julia Morgan (1872-1957), quien diseñó un centenar de edificios concebidos específicamente para las mujeres, como escuelas, casas de acogida y asociaciones; Thelma Johnson Streat, quien denunció el racismo y la segregación en obras como «Muerte de un marinero negro»; Hanna Höch (1889-1978), sufragista y bisexual, quien se opuso al nazismo, que incluyó su obra en las exposiciones de «arte degenerado»; Sokari Douglas, quien denuncia el esclavismo con sus esculturas de acero soldado…

Pintoras, escultoras, arquitectas, fotógrafas, cineastas, ilustradoras… y no sólo  europeas y occidentales, sino de culturas asiáticas y africanas y del tercer mundo, que desfilan a lo largo de las páginas de un libro que nos descubre los talentos ignorados de unas mujeres cuyas obras despiertan admiración por su belleza y por sus valores morales además de los estéticos y artísticos. Un libro que es además un objeto de arte en sí mismo gracias a las ilustraciones de la autora y al impecable terminado de su edición.

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