No son cooperantes

por Javier Polo Brazo.

Quizás era de ilusos pensar que había espacios transitados por seres humanos que estuvieran libres de delitos, de corrupción, de ignominias. Quizás queríamos creer, que más allá de la política, del mundo de las grandes finanzas, de los espacios de poder, existía vida decente y que, aunque siempre hubiera algún caso aislado, había zonas libres de delincuentes. Quizás pecamos de inocentes.

Que un hombre se aproveche del estado de necesidad de una mujer que no le quedó otra que prostituirse es deleznable. Que la víctima no sea mujer sino niña es delito. Que el delincuente sea un cooperante internacional es abominable. Pero que una organización humanitaria detecte el comportamiento -y no de uno sino de un buen número de sus cooperantes y responsables- y se limite a tomar medidas disciplinarias internas, a echar tierra sobre el asunto y a intentar que pasen los días sin que nadie lo descubra, para no poner en peligro millonarias subvenciones, la convierte en una organización criminal (pongan presuntamente detrás de cada una de estas frases, que a mí me da pereza).

A la casa de Oxfam en Haití tras los terremotos de 2010 se le conocía, según publica The Times como “la casa de putas”. Las fiestas con prostitutas en las que participaban trabajadores de esta organización no parece que fueran hechos aislados ni desconocidos. En Chad han surgido también casos similares de la misma organización. Todo ello ha provocado la dimisión de la Directora “Adjunta” de la entidad, pero no piensen que lo hizo cuando tuvo conocimiento de los hechos, ni tan siquiera cuando saltó el escándalo en la prensa, no; dimitió a la semana de hacerse público y tras la presión mediática del asunto.

Por si todo esto fuese poco para socavar los cimientos de una de las más grandes ongs existentes, en Guatemala, han detenido a su Presidente Internacional acusado de corrupción en asuntos relacionados con su etapa de ministro de aquel país. Algo que pone el foco sobre la costumbre de muchas organizaciones de vincularse a personajes relevantes de la vida pública para conseguir una mayor proyección en sus acciones, sin valorar que esos fichajes vienen siempre con un bagaje anterior que les alcanzará a ellas, para lo bueno y para lo malo.

Los hechos que se están conociendo sonrojan y son intolerables en cualquiera que los cometa, trabaje donde trabaje. Que los perpetren miembros de organizaciones humanitarias que han acudido a atender a los más vulnerables es para pedir la inhabilitación de todos los implicados por la acción o por la omisión de su deber de vigilancia, incluyendo en esta inhabilitación a la propia organización, como persona jurídica. El comportamiento de unos desaprensivos o el de unos incapaces no puede lastrar a toda una red de organizaciones que son la última esperanza de un mundo del que parece que han huido los valores y la humanidad que quedaba.

Que estas personas no son cooperantes, creo que ha quedado claro. Solo queda por dilucidar si Oxfam es o no esa organización en la que siempre habíamos confiado y si debemos quedarnos con el bien que tanto hizo o con la ausencia de controles internos que ha demostrado tener.

Javier Polo Brazo, director de Las Altas Aceras y otras producciones audiovisuales es columnista habitual de La Mar de Onuba y colabora también con otros medios como Iris Press Magazine o Diario Progresista.

 

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