Reggaetón: la historia del perreo transnacional

Mar Romero
por Mar Moreno

El triunfo mundial del reggaetón es rotundo. Desde que ocupa los primeros puestos en las listas de éxitos, se ganó la fama de ser un género superficial y apolítico. Sin embargo, el camino que lo llevó a la cima de la escena musical esconde muchos más matices: desde sus orígenes mestizos hasta su latinidad irreverente en un mundo cada vez más xenófobo, el reggaetón se reivindica como una música fruto de un contexto social que no puede obviarse. Este artículo se enriquece al final del texto con una lista de reproducción que recoge los mayores hitos de este género.

El 24 de julio de 2019, el veterano periodista puertorriqueño Jorge Rivera Nieves miraba a cámara y decía, estando en el aire en la televisión nacional Telemundo: “el perreo intenso acaba de comenzar”. Además de hacerse viral, su anuncio era literal. Centenares de manifestantes se concentraron en frente de La Fortaleza, la sede del Gobierno en Puerto Rico, para celebrar la renuncia del entonces gobernador Ricky Rosselló a ritmo de reggaetón.

Esta música fue omnipresente durante los días que duraron las manifestaciones en la isla bajo administración estadounidense, encendidas por los casos de corrupción de Rosselló y por los mensajes que se filtraron de un chat donde el gobernador y sus allegados insultaban a personalidades de la isla con comentarios machistas y homófobos. Los cantantes puertorriqueños Residente —miembro de Calle 13— y Bad Bunny, ambos en la órbita musical del reggaetón, compartían carroza al frente de las marchasTe boté, el famoso reggaetón de este último, adquirió un nuevo significado durante las protestas: “Ricky, te botamos” (“te dejamos”, “te echamos”) gritaban los manifestantes. Y si es más habitual ver a Residente tomar posiciones políticas, para algunos lo es mucho menos ver a Daddy Yankee, Wisin o Luis Fonsi —reggaetoneros puertorriqueños por excelencia— pedir la renuncia de un político.

También fue insólito ver a Bad Bunny, estrella creciente de la música urbana, sumergirse en las letras políticas y rapear lo siguiente en la canción Afilando los cuchillos, en la que colabora con Residente: “Eres un corrupto que de corruptos coges consejos / arranca pa’l carajo y vete lejos. / Y denle la bienvenida a la generación del ‘yo no me dejo’”. O que los dos cantantes celebraran la renuncia de Rosselló ni más ni menos que publicando un reggaetón de la antigua escuela, Bellacoso. Para aquellos que consideraban el género como apolítico y frívolo, fue una sorpresa. Sin embargo, no es la primera vez que el reggaetón tiene connotaciones sociales.

 Bad Bunny y Residente bailan rodeados de banderas de Puerto Rico en el videoclip de Bellacoso, que publicaron juntos para celebrar la dimisión de Ricardo Rosselló. 

Antes de sorprender a algunos de sus seguidores al tomar parte de las marchas en Puerto Rico, antes de publicar su gran éxito Gasolina (2004); antes de todo eso, Daddy Yankee empezaba su disco El Cartel de Yankee (1997) con un poema del rapero Gallego, Chamaco’s Corner.

Los chamacos no se van de la esquina ni a tiros.
Los chamacos siempre están en esa esquina.
Los chamacos se arrebatan en la esquina también.
Los chamacos hablan de política, de trucos,
de salsa vieja, de nuevayol, de grafitis, de las mamises,
de los camarones que anoche les violaron sus derechos.
(…)
De los ricos que van pa’arriba
y los pobres vamos pa’abajo,
de que esto es una encerrona disfrazá de felicidá
y más na’, pana mío.

Corría el año 1997, y el reggaetón era distinto al que conocemos hoy en día. Las letras hablaban de violencia, del barrio, de racismo, además de sexo, seducción y mujeres. Lo cantaban principalmente jóvenes, “chamacos”, pobres, negros, mulatos. Así había sido desde los orígenes del género.

El dembow, desde el reggae hasta el rap

La palabra dembow se usa actualmente para definir el característico ritmo que conforma la base del reggaetón. Sin embargo, en sus inicios tenía un significado bien distinto. El primero en usar ese ritmo fue el jamaicano Shabba Ranks, cantante de dancehall, en una de sus canciones más famosas: Dem Bow (1991). En patois jamaicano significa ‘ellos se inclinan’ (parecido al inglés they bow), y Ranks lo usa para referirse a los hombres homosexuales de manera denigrante. “Levanta la mano si sabes que no te inclinas” repite el estribillo. Pero la canción va más allá: la letra, además de homófoba, tiene un alto contenido anticolonialista. “Libertad para la gente negra / Eso quiere decir que los opresores se inclinan (…) Agravias a tu hermano negro, quiere decir que te inclinas / Odias a tu hermana negra, quiere decir que te inclinas”. Básicamente, Ranks insulta al racista y opresor llamándole gay.

Ese mismo año, dos cantantes panameños tradujeron la canción de Shabba Ranks al español. Nando Boom la tituló Ellos Benia, y El General la llamó Son Bow. A parte del cambio de título, la letra mantiene el contenido homófobo y anticolonialista: en este caso, ambos cantan que ni Jamaica, ni Panamá, ni Puerto Rico ni Colombia son “bow”, es decir, son gays. El camino recorrido por la canción Dem Bow que bautizaría el famoso ritmo reggaetónero es un buen ejemplo de las dinámicas sociales y culturales que se vivían en la región. El vínculo entre Jamaica y Panamá empezó cuando migrantes de la isla caribeña se desplazaron al istmo para trabajar en la construcción del Canal de Panamá.

Desde entonces, el flujo musical entre ambos países ha sido intenso, y varios cantantes, como Nando Boom y El General, se dedicaron a traducir canciones de reggae dancehall al español. De hecho, Nando Boom publicó un disco que bautizó Reggae Español, donde entre otras cosas cantaba explícitamente contra el racismo. En la canción Nos llaman inmigrantes —en la que, además, se identifica un ya ritmo cercano al futuro reggaetón— el cantante dice lo siguiente: “Nos llaman inmigrantes porque vivimos en América (…). Derrotemos el racismo, tenemos que luchar, tenemos que unirnos entre hermanos”. Ese reggae de habla hispana es una de las semillas que después haría florecer el reggaetón.

Sin embargo, fue en Puerto Rico donde el género cristalizó. Con una oreja puesta en el hip hop de Estados Unidos —y especialmente de Nueva York— la isla vio nacer una generación de raperos boricuas que llenaron los barrios periféricos de San Juan, la capital, a mediados de los noventa. Pero lo hicieron con su idiosincrasia caribeña particular, rapeando encima de bases musicales bien distintas a las que usaban sus compañeros neoyorquinos. Entre ellas estaba el dembow, ese ritmo que se amplificaba desde Jamaica y Panamá. De hecho, los primeros reggaetoneros puertorriqueños fueron llamados raperos, y el género que años después se popularizaría en todo el mundo llevaba el nombre de melaza, música negra o música underground. Estos nombres explicitan cómo el reggaetón incipiente estaba estrechamente ligado a cuestiones de clase y de raza: se había convertido en un altavoz para las comunidades marginalizadas, mayoritariamente afrolatinas.

 El local The Noise de San Juan, Puerto Rico, se convirtió en el escenario principal del reggaetón cuando aún era underground y albergaba competiciones entre algunos de los pioneros del género, como Baby Rasta, Gringo e Ivy Queen.

La campaña de criminalización llevada a cabo por las autoridades puertorriqueñas contra este rap boricua o música negra solo logró afianzarla. El argumento empleado eran sus explícitas letras alrededor de la violencia, el crimen y el sexo. Bajo esa justificación, la policía confiscó cintas de casete con grabaciones y multó a los locales que reproducían este tipo de música. Esta criminalización formaba parte de la campaña “Mano dura contra el crimen” que empezó en 1993 y que fue instaurada bajo el liderazgo del gobernador Pedro Rosselló, quien es ni más ni menos que el padre del recientemente depuesto Ricardo Rosselló. Uno de los raperos boricuas, Eddie Dee, lo recordaba bien en su reggaetón Censurarme (2004):

Muchos me miran como si yo fuera un tipo sin arreglo
Como si nunca antes hubieran visto un negro
Como si fuera un delincuente
Como si con el lápiz y con mi libreta yo matara gente
(…)
Pal carajo los que nos critican
Esta es la música con que los jóvenes se identifican
Censurarme por ser rapero
Es como censurar un pueblo entero.

Del underground a Beyoncé: el boom

Jamaica, Panamá y Puerto Rico; las raíces del reggaeton se hunden en el Caribe. Este género es producto de las migraciones y diásporas vividas en la región, desde los jamaicanos que viajaron a Panamá hasta los puertorriqueños que emigraron a Nueva York en búsqueda de una vida mejor. Heredó las connotaciones políticas del reggae y del hip hop y se reinventó con un sonido caribeño donde resuenan el legado afro y el latino que se mezclan en la región. Además, se erigió como una identidad musical común entre las clases bajas de los países bañados por las aguas calientes del Atlántico.

Sin embargo, el estatus del reggaetón cambió con los años, especialmente cuando en Puerto Rico los artistas empezaron a sortear la censura con letras menos explícitas, tanto a nivel de contenido violento y sexual como a nivel político. Gracias a eso y al creciente esfuerzo de productores latinos como Luny Tunes, el reggaetón empezó a ser considerado un género cada vez más mainstream. Uno de los hitos más importantes en esta ascensión fue Gasolina (2004), de Daddy Yankee, una canción que dio la vuelta al mundo y penetró en el mercado occidental, tanto en Europa como en Estados Unidos. El tema se lanzó como single del álbum Barrio Fino, ya desde el sello Universal, uno de los principales en la escena discográfica de Estados Unidos y del mundo. La diferencia de contenido entre Gasolina y el poema de Chamaco’s Corner que daba inicio a El Cartel, siete años antes, es abismal.

 Este éxito de Daddy Yankee supone un salto hacia la fama mundial del reggaetón y su comercialización, con una estética que abandona lo periférico y vira hacia la ostentación.

El dúo Wisin & Yandel fue otro de los artífices del salto del underground a las radios internacionales. Estos puertorriqueños publicaron una canción también titulada Dembow (2003) inspirados en la original de Shabba Ranks. Sin embargo, la letra olvida cualquier connotación anticolonial y cuenta la típica historia de seducción, amor y, en ocasiones, acoso y objetificación, temas más cercanos a los del reggaetón actual. De hecho, en ese tema la palabra dembow ya se utiliza solamente para significar el característico ritmo de esta música urbana.

Colombia también jugó un papel relevante en la comercialización y despolitización del reggaetón. Especialmente a partir de la década del 2010, Medellín se convirtió en uno de los principales polos de creación de esta nueva música. En un país de salsa y vallenato, el reggaetón se llevó más melodía y más romanticismo en su paso por Colombia, un hecho al que algunos le atribuyen el triunfo definitivo de esta música urbana, al ayudar a su comercialización. No hay más que fijarse en cantantes como Maluma o J Balvin, artistas colombianos de fama mundial que actualmente suenan en todas las discotecas.

El salto al estrellato del reggaetón le vale la etiqueta de “la primera música transnacional en el sentido pleno del término”, según el libro Reggaetón, de la Universidad de Duke. Por un lado, el reggaetón no tiene un país creador claro, como otros estilos de música, sino que su origen se encuentra en las migraciones, diásporas y mezclas de las poblaciones del Caribe. Por otro lado, ha cruzado prácticamente todas las fronteras y lo ha hecho de la mano de una globalización creciente, impulsado por olas de nuevas tecnologías que hicieron del reggaetón el gran éxito de la digitalización de la música.

En cualquier caso, el reggaetón ha logrado algo que no se lograba desde hace 23 años: que una canción en español alcanzara el primer puesto en la prestigiosa lista de Billboard. La hazaña es de Despacito, la canción lanzada en 2017 por Luis Fonsi y Daddy Yankee, con un remix posterior de Justin Bieber. Desde La Macarena (1996), de Los del Río, ningún tema en habla hispana había logrado esta posición en Estados Unidos. Este es un ejemplo de la influencia musical de este género, cuya progresiva expansión lo ha convertido en el principal embajador de la latinidad alrededor del mundo. Su protagonismo en la escena actual es tan grande que arrastra a artistas de otros géneros como el mismo Justin Bieber, Madonna o Beyoncé, quien canta junto a J Balvin la canción de Mi gente (2017), especialmente emblemática para el momento que vive el reggaetón: “Mi música no discrimina a nadie así que vamos a romper (…) El mundo nos quiere, nos quiere, y me quiere a mí”.

 Reggaetón en la lista de éxitos española. Fuente: elaboración propia de la autora. 

Beyoncé o Bieber cantando en español son escenas que hace unos años hubieran parecido inimaginables. Sin embargo, está sucediendo, y además está sucediendo en un contexto de creciente xenofobia alrededor de todo el norte global. En Estados Unidos, las políticas y la retórica del presidente Donald Trump contra la comunidad latina han acentuado el racismo en el país y han causado estragos, como la represión institucional sobre las caravanas de migrantes de Centroamérica o el reciente atentado en El Paso, Texas, motivado por el supremacismo blanco contra la supuesta “invasión hispana”. Sin embargo, el reggaetón ha cruzado el muro de Trump.

La respuesta feminista al reggaetón

Si hay un elemento que ha mantenido su hegemonía a lo largo de las evoluciones del reggaetón es la construcción, a través de las letras y de las representaciones gráficas, de una masculinidad muy específica. Desde el Dem Bow de Shabba Ranks —donde se ensalza la heterosexualidad—, hasta el hit de 2015 Taxi de Pitbull —que normaliza el acoso callejero—, la imagen típica del reggaetonero es la del hombre normativo: heterosexual, seductor, proactivo frente a una mujer pasiva, guiado por el deseo sexual, competitivo. Frente a él, la mujer también puede ser un cuerpo que usa su hipersexualización para manipular y enloquecer a los hombres. Daddy Yankee no se muerde la lengua en Latigazo: “¡Castígala, dale un latigazo! Ella se está buscando el fuetazo”.

En sus inicios, esta imagen masculina se construía a partir del imaginario de la violencia y la competición entre cantantes para mostrar quién era más hombre, bebiendo de los relatos del hip hop y del rap. Posteriormente, predominaron las líricas e imágenes que someten las figuras femeninas al deseo masculino. Pero en ambos casos, la construcción de la masculinidad es igualmente machista, reforzada por el hecho de que la inmensa mayoría de artistas son hombres.

Este debate ha perseguido al reggaetón a través de los años y le ha hecho ganar muchas críticas y detractores. En ocasiones, estas críticas se han exacerbado al tratarse de un género que trabaja con unas letras y un baile muy explícito a nivel sexual. Sin embargo, el reggaetón no es el único género musical que reproduce esquemas machistas. En una sociedad donde el patriarcado es estructural, el machismo es la norma. Por eso en los últimos años han surgido grupos, cantantes e iniciativas que buscan demostrar que el problema no está en el reggaetón en sí, ni en su baile, sino en quién llena las estrofas. Uno de los mejores ejemplos no es precisamente reciente: Yo quiero bailar (2003), de la emblemática puertorriqueña Ivy Queen, es todo un himno al consentimiento y al derecho al libre perreo de las mujeres. La letra reza así:

Si lo que quieres es pegarte, yo no tengo problema
en acercarme y bailarte este reggaetón
Que los dos tengamos que sudar, que sudar
Que bailemos al ritmo del tra tra
Que me haga fuerte suspirar, suspirar
Pero pa’ la cama digo, mira, na na na
Porque yo soy la que mando
Soy la que decide cuándo vamos al mambo (…)
A mí no me importa lo que muchos digan
Si muevo mi cintura de abajo para arriba.

Otras cantantes han seguido el mismo camino que abrió Ivy Queen, una de las únicas mujeres que lograron un espacio en los escenarios del primer reggaetón. La argentina Ms Nina canta en Sicaria que “baja hasta el suelo y no pide perdón”. La brasileña Anitta publicó una oda al sexo oral practicado por un hombre a una mujer en Downtown, con J Balvin. Tomasa del Real, de Chile, también tiene varias canciones donde celebra la sexualidad libre de las mujeres y donde la figura femenina aparece como el personaje proactivo. Más allá, la colombiana Farina sentenció que “es mejor estar sola que mal acompañada” en la canción Mejor estar sola, donde explica cómo “dio de baja” a su novio por ser “dañino, mentiroso y además era celoso”. En Argentina, Chocolate Remix tituló Ni una menos una de sus canciones más escuchadas, en referencia al movimiento contra los feminicidios. Sin embargo, el mejor ejemplo es quizás su canción Bien Bow, una versión más de la original Dem Bow de Shabba Ranks, donde les contesta —a él y a quienes versionaron su canción— lo siguiente:

Bien bow, bien bow,
Alza la mano si eres bien bow (…)
Somos bien bow, sí, homosexuales,
Putos, tortas, travas, tal vez bisexuales,
Intersex o transexuales,
De todo lo que quieras, menos neoliberales.
Que tenemos dignidad, lo que nos falta es vergüenza,
Vamos a mostrarte que esto no es como tu piensas
Que ser bien bow no es una ofensa (…)
Y como dice Shabba,
Como dice El General o como dice Nando
Soy más bien bow al estilo Madonna
En este mundo de tanta testosterona.

De algún modo, muchas artistas recuperan los tintes reivindicativos que el reggaetón perdió por el camino más de dos décadas después. Y es que el reggaetón siempre encuentra el camino.

Esta lista de reproducción recopila las canciones mencionadas en este artículo, desde el inicio de Shabba Ranks hasta Chocolate Remix, en una línea temporal de casi treinta años.

Mar Romero
Mar Romero (Barcelona, 1994). Analista de El orden mundial. Graduada en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra, con especialización en Ciencias Políticas. Escribo desde Colombia sobre el conflicto armado y paz, desigualdades, género y cultura.

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