Sánchez ultima la conformación de su nuevo gobierno con el acuerdo de treinta partidos

El tejido político que apoya al presidente reelecto supera técnicamente los 30 partidos a izquierda y derecha y con todas las nacionalidades históricas. La negociación por las carteras con Sumar avanza y cristaliza la salida de Podemos del Consejo de Ministros. La investidura retrata a la España conservadora sin proyecto ni rumbo claro.

por Daniel Galvalizi

Viernes, 17 de noviembre de 2023. “Ante el apocalipsis que ustedes representan, nosotros estamos dispuestos a seguir defendiendo la alegría”, sentenció Patxi López y disparó la euforia de su bancada. El portavoz socialista, con esa frase final de su defensa de la candidatura de Pedro Sánchez, retrataba bastante el momento político del Estado español. Por un lado, más crispación y exaltación pesimista que nunca, y por el otro, la ilusión de poder sumar una mayoría variopinta que no sea un viaje al pasado.No importa que el discurso bronco haga decir barbaridades que van contra unos mínimos de decencia intelectual. Se puede aborrecer a Sánchez y sus políticas, pero decir que encabeza un golpe de Estado y que pone en marcha una tiranía dictatorial es no sólo ser un carnicero con la ciencia política básica sino coger un AVE al trumpismo más descabellado. Tiene el enorme riesgo de generar descrédito en los sectores moderados de centroderecha (más huérfanos que nunca) mientras endurece al segmento más radicalizado. Un viaje al desastre.

Por otro lado, hay un nuevo presidente del Gobierno electo y es el mismo que lleva desde 2018 marcándose triple tras triple. La valentía ha premiado a Sánchez: de sus cinco pedidos de confianza a las Cortes Generales, el líder del PSOE ya tiene la mayoría en positivo. En 2016 le fue denegada y hubo repetición electoral pero en 2018 (moción de censura) la obtuvo. En 2019 fracasó en el primer intento y hubo una repetición de comicios. En enero de 2020 y ahora, noviembre de 2023, lo consiguió nuevamente. Ya es, junto con Felipe González, el español que más ha puesto su candidatura a opinión de la cámara.

Negociación al límite

El trámite legal subsiguiente que le espera a Sánchez es encontrarse con el rey Felipe VI y a partir de ahí está en sus manos decidir cuándo toma juramento a sus nuevos ministros. Dependerá también de cuán fáciles sea el fin de las negociaciones con Yolanda Díaz, la líder de Sumar, única coalición con la que compartirá el Consejo de Ministros.

Fuentes de ambas formaciones dijeron a El Salto que está prevista una reunión de Sánchez y Diaz en persona y que la misma sucederá entre el viernes y el sábado, para terminar de cortar los últimos flecos que los emisario de ambos no hayan podido todavía. Hay extrema discreción al respecto. Además, hay menos terminales de filtración: a diferencia del pacto de investidura, esto es un diálogo de dos cúpulas y lo que se decida no debe ser refrendado por militantes ni tampoco por los socios parlamentarios.

Otro detalle: además, las confluencias dentro de la coalición ‘yolander’, de Compromís, Ara Més y la Chunta, no han querido participar del reparto de cargos en el Ejecutivo. Por lo bajo dicen que prefieren mantener cierta autonomía.

El próximo lunes se hará la presentación formal de los ministros, según han dejado trascender desde el PSOE, y se especula con que el fin de semana en algún momento se haga el anuncio formal (parcial o total) del nuevo equipo que acompañará al presidente reelecto. Ferraz persiste en el modo híper discreto y si bien se descuenta que sigan al frente de Hacienda María Jesús Montero (número dos del PSOE) y de Presidencia, Félix Bolaños, el resto es un enigma.

Al irse del hemiciclo, la ministra de Política Territorial y portavoz, la manchega Isabel Rodríguez, ha dicho a los periodistas que agradecía la paciencia que le habían tenido, en unas breves palabras que sonaron a despedida. De los actores políticos principales del PSOE muy cercanos a Sánchez y que seguro no tendrá cartera es Santos Cerdán. El dirigente navarro ya ha dicho que no desea ningún Ministerio. Su calidad como dirigente cotiza por las nubes estos días porque ha sido quien padeció los condicionamientos de Carles Puigdemont en Waterloo.

Un alto cargo de Ferraz jura ante la pregunta que Sánchez no ha hablado del reparto de ministerios. “En muchos casos, ha llamado una hora antes del anuncio formal al dirigente que quería para el ministerio. Él es así”, explican. Con la única persona que dialoga de este asunto es con su jefe de gabinete, Óscar López. “Lo tiene en su cabeza solo él”, señalan desde el PSOE.

Lo que sí se ha podido confirmar es que Sumar planteará a su socio el pedido de cinco ministerios: Trabajo, para la propia Díaz (además de la vicepresidencia), Cultura (para Ernest Urtasun, avanzado por El Salto el sábado pasado), Juventud y Niñez (nueva cartera que sería para la eurodiputada Sira Rego, de Izquierda Unida), Derechos Sociales (para el politólogo Pablo Bustinduy, cofundador de Podemos y peleado con Pablo Iglesias hace tiempo) y Sanidad (para la líder de Más Madrid, Mónica García).

Un párrafo aparte merece la situación de Más Madrid. Fuentes de Sumar han asegurado a esta redacción que además de García iría al Ministerio de Sanidad el número dos del grupo en la Asamblea de Madrid, Javier Padilla. Esto significaría en los hechos un descabezamiento de Más Madrid, cuyo liderazgo fue en los hechos votado en mayo pasado por los electores. Se desconoce quién reemplazará a García.

Tras cuatro años con Podemos en el Ejecutivo, no hay ninguna fuente que dé como posible que esa fuerza mantenga no sólo la jefatura de algún ministerio sino que ni siquiera tendrán secretarías de Estado. Irene Montero pasará a hacer política desde el llano (es la número dos en el organigrama partidario) y Ione Belarra será diputada. Como premio de consolación puede quedar alguna presidencia de comisión, aunque es improbable. También es casi un hecho la decisión de la ministra saliente de Igualdad de competir como cabeza de lista en las europeas de junio próximo en una papeleta propia.

Lo que la votación dejó

El retrato que queda a izquierda y derecha es muy dispar tras los 179 votos positivos a Sánchez. Una mayoría transversal, con centroderecha catalana, vasca y canaria apoyando al candidato del PSOE, con la peculiaridad añadida que Junts es radicalmente secesionista, votando en conjunto con partidos marcadamente de izquierda rupturista, como el Bloque Nacionalista Galego y EH Bildu.

Otro detalle nada menor es que la ejecutiva del PSOE ha logrado hilvanar un apoyo multipartito como nunca antes y que supera en los hechos más de 30 partidos políticos de todo el territorio. La base social es más ancha de lo que pareció en la votación parlamentaria, con ocho partidos.

Esto es así porque ya el socio minoritario principal, Sumar, es una coalición con una decena de partidos en su interior, siendo los dos más grandes Podemos e Izquierda Unida (que a su vez tiene al PCE dentro). También está, por ejemplo, EH Bildu, que es una alianza —Bildu significa reunir en euskera— de Sortu (ex Batasuna), Eusko Alkartasuna, Alternatiba, y Aralar.

También el BNG es una confluencia de varias fuerzas galleguistas, siendo la espina dorsal de ese frente —que cumplió cuatro décadas el año pasado— la UPG, aliada con Fronte Obreira, Esquerda Democrática y el Movemento Arredista. Coalición Canaria es en sí misma también una alianza de cinco fuerzas (siendo la mayor el Partido Nacionalista Canario), como lo es Ara Més, un frente que integran cuatro formaciones de Illes Balears y que ha decidido participar dentro de Sumar.

Cuando se observa este árbol genealógico de la investidura parece sorprendente cómo tal variedad de fuerzas, más grandes o mas pequeñas, han logrado unirse bajo un mismo objetivo. Pero es que el proceso de trumpización del PP (y no tanto Vox) se lo ha puesto fácil.

Si algo ha quedado retratado en estas jornadas intensas y broncas es que, guste o no, Sánchez y sus aliados tienen un proyecto, un rumbo, una narrativa más completa y apuestan a la política de las cosas del comer, mientras que la derecha no tiene un proyecto de país que seduzca a la integridad del Estado. Porque aunque el conglomerado de grandes medios haga parecer lo contrario, el Madrid-sistema no es todo España y quienes votan están diciendo que por ahí no es.

Un dato al respecto: una histórica dirigente del PP de Madrid, crítica de la deriva trumpista, comentaba recientemente que Génova tenía en su poder unas encuestas propias no publicadas que le otorgaban, dos semanas antes de las elecciones, cinco diputados más por las circunscripciones de Madrid y Barcelona. Tres en la primera y dos en la segunda. “Algo pasó y ellos lo saben y hace falta hacérselo ver”, señala.

Aquí es donde la derecha se parte en dos. Algunos creen que la culpa de que no hubo suficientes escaños fue del “verano azul” y la campaña laxa y no suficientemente dura (esto es el ayusismo). Pero otros, con menos micrófonos a disposición y menos influencia, creen que el problema es el escorarse a la derecha, el no desmarcarse de Vox y el haber permitido que algunas cuestiones muy sensibles para el electorado sean públicas y notorias, como el ataque a símbolos y legislaciones LGBTI en autonomías y ayuntamientos cogobernados con Vox. Un Vox que además es cada vez más falangista y camina bajo el paso de Jorge Buxadé y que ha decapitado a su facción más liberal.

Contra todo pronóstico, cuando se pensaba que Sánchez ya estaba políticamente muerto, se abre una nueva etapa en la que se renueva la alianza de la izquierda española y los partidos soberanistas. Ya hubo una primer prueba de cuatro años, con pandemia, volcanes erupcionando y una guerra en Europa. El destino podrá ser mejor o peor pero tras estos dos días de investidura, Feijóo y Vox parece que seguirán disponibles para dar oxígeno.

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