De cuando la formación de postgrado sale a escena revuelta

por José Luis Pedreira Massa


Mucho revuelo, hay mucho revuelo con los máster, con las tesis doctorales, con las especialidades… Mucho revuelo, quizá demasiado.

Hace un tiempo las cosas parecían más claras: pregrado y doctorado, listo. Algunas profesiones, como las sanitarias, tenían especialidades y poco más. Más tarde aparecieron los máster como un campo de especialización del saber con una orientación más práctica y dirigida hacia perfiles laborales.

Todo parecía muy claro hasta que llegó el Plan Bolonia y arrasó con todo, supuso algo, pero no se sabía muy bien qué era la causa o la consecuencia, salvo que iba a producirse una “privatización del saber”.

Una cosa era el grado, en esta etapa se disminuía la duración, se comprimían los contenidos de las materias, la preparación pasaba a ser más superficial y tras el grado aparecía el postgrado en forma de Máster con saberes más específicos y métodos más precisos: había que pagar a su coste real el costo de estos estudios, y clasificaba a los alumnos en dos grupos: los que tenían dinero para pagar el máster y los que no tenían dinero para pagarlo. En estas condiciones muchas familias hacían el esfuerzo ímprobo para pagar este tipo de estudios para sus hijos porque parece que el chico o la chica tiene posibilidades.

Muchos departamentos universitarios fueron honrados y mantenían una exigencia, tanto en la enseñanza como en los resultados, acorde con las exigencias y costes económicos. Un segundo grupo de departamentos se transformaban en una fábrica de expender títulos, titulitis muy al uso, potenciada por las relaciones que mantenían esos departamentos con empresas para conseguir trabajo. Un tercer grupo se dirigía a los departamentos que buscaban “relacionarse” con los diferentes estamentos del poder político o económico o administrativo, en estos casos la temática de los másteres hacía referencia a la coyuntura demandada por esos estamentos de poder.

Los alumnos también tenían sus perfiles: unos eran los empeñados en saber, en conocer más, en poder acceder a un máster que les facilitara realizar una Tesis Doctoral y dedicarse a la enseñanza universitaria o a puestos de responsabilidad profesional de cierta relevancia. Un segundo grupo de estudiantes pretendía tener “títulos” en mayor o menor cuantía para acceder a un puesto laboral de prestigio, son esos alumnos que lo mismo hacían un máter de canicas que luego realizaban un máster tecnológico, un acopio de títulos sin orden ni concierto, devorados por la vorágine de una “titulitis al peso”. Un tercer grupo lo constituían los alumnos con pretensiones, realizaban máster de la coyuntura social, económica, administrativa y política con el legítimo interés de “validarse” con una opción coyuntural en esos campos reseñados con anterioridad.

Los niveles de exigencia también tenían su interés. Había máster on-line puros, se ofertaba una clave de acceso y se controlaba el tiempo de conexión y trabajo. Otros másteres eran mixtos o semipresenciales: una parte on-line y otra presencial muy pautada y exigente en la presencia y el trabajo desarrollado. Un tercer grupo era el destinado a ser realizado solamente con la modalidad presencial, aquí se exigía al menos un 80% de presencia en las actividades docentes para acceder a la posibilidad de aprobar las materias y entre el 80% y el 100% existía un gradiente de nota en base al porcentaje de ausencias. Tras estos avatares de actividad docente había que presentar y defender el Trabajo Fin de Máster (TFM) que era un trabajo de actualización y desarrollo teórico o con base empírica de una extensión en torno a los 50 folios, que era defendido en sesión pública con un tiempo de unos 15 minutos y tras los que los miembros del Tribunal calificador podían preguntar cuantas cuestiones creyeran pertinentes fuesen teóricas o metodológicas. Este TFM era supervisado por un tutor que recogía los temas abordados en las sesiones de tutoría, con los contenidos abordados y los acuerdos a los que se llegaba entre tutor y alumno.

El armazón estaba dispuesto. Es un modelo muy sajón y, hasta cierto punto, lejano a la forma de ser y actuar en el mundo latino. En España se sigue pensando que hecha la ley, hecha la trampa y así se actuaba. En muchos lugares se buscaban las vueltas y en otros se buscaban la vida. Había dos gradientes de “prestigio”: el de la exigencia y el del “apaño”.

Las Tesis Doctorales tenían otro trayecto y también otro nivel de exigencia. El doctorando busca alguien que pueda dirigirle la TD, que sepa del tema y que pueda ocuparse de una tutoría de ciertas garantías. No siempre los Directores de TD se ocupaban de sus doctorandos y éstos quedaban en una inmensa soledad. Para evitar esta situación en la actualidad debe existir una serie de reuniones de trabajo de las que se debe levantar acta de los temas trabajados y los acuerdos llegados que se presentarán en el acto de depósito de la TD en el Departamento. Luego se constituye un Tribunal, antes eran 5 personas, en la actualidad casi todas las Universidades lo han reducido a un Tribunal con 3 profesores que deben pasar una evaluación de idoneidad para poder juzgar esa TD, en base a los trabajos realizados y publicados sobre el tema en libros o revistas de impacto con una actualidad menor a tres años. La defensa de la TD es pública durante una exposición de 45-60 min, tras los que los miembros del Tribunal pueden preguntar cuantas cuestiones crean pertinente, sin tiempo límite. La TD queda en depósito en la Biblioteca de la Universidad correspondiente, una reseña aparecerá en el programa Teseo del Ministerio de Educación: título de la TD, Director, miembros del tribunal, nota obtenida y resumen de la TD, luego el ejemplar que permanece en depósito puede ser consultado en la propia biblioteca sin poder sacarla del recinto y sin poder ser fotocopiada, para otro tipo de consultas se precisa el permiso explicito del autor de la TD.

En el mundo sanitario la cuestión de la especialidad es muy diferente. Una vez finalizado el grado se realiza una especialización, acotada en campos de saber de la ciencia sanitaria. Se accede por una prueba estatal convocada el mismo día, a la misma hora y con el mismo examen en todo el Estado, la prueba la transportan unos delegados del Ministerio que luego se encargan de recoger las pruebas y devolverlas al Ministerio. Se corrigen por ordenador, se establece un listado de mayor a menor puntuación y según ese listado se elige especialidad y centro hospitalario. Las habilidades y enseñanzas son reguladas por las diferentes Comisiones de cada especialidad. En cuanto a la TD lleva similar recorrido que lo expresado con anterioridad.

La temática de las TD es de libre elección y acuerdo entre el doctorando y su Director de TD. El material se obtiene, habitualmente, de la casuística del lugar donde se trabaja y se debe obtener el consentimiento informado y guardar el anonimato de quienes participan. En caso de utilizar datos oficiales, se precisa un permiso para su utilización del organismo oficial pertinente y, por supuesto, la propiedad de esos datos siguen siendo del organismo oficial que los aportó, pero la propiedad intelectual de los tratamientos de esos datos y los resultados son del autor de la TD y quedan bajo su responsabilidad.

El contenido de la TD es juzgada por los miembros del Tribunal nombrado a tal fin, desde la perspectiva académica y se preserva de lecturas interesadas o con fines “voyeuristas” o con intereses de volver a juzgar los contenidos sin el pertinente grado formativo por personas respetables pero inadecuadas a la hora de emitir un juicio de calidad sobre temas más o menos específicos y que tienen un formato académico y no el de comunicación habitual. No es tolerable juicios inquisitoriales sobre documentación que ha sido evaluada en tiempo y forma por quien debe hacerlo y ajustado a la legislación vigente.

La posibilidad de explotación de los datos de la TD se realiza a posteriori, lógicamente se utilizan los contenidos en las posibles comunicaciones, sean artículos para revistas `profesionales o la elaboración de libros o monografías. Las coincidencias entre la TD y estas publicaciones suele ser muy elevada. Entre los firmantes suele figurara el autor de la TD en primer lugar y después otros co-autores según el grado de participación en la investigación. La TD la presenta una persona en concreto, pero suele ser un trabajo de investigación realizada en el equipo, dada la complejidad actual de los diferentes campos de saber.

Es más, existe una modalidad de TD, cada vez más utilizada por los profesionales, que consiste en elegir 3-5 artículos de investigación que hayan sido elaborados en un equipo con la participación activa del doctorando y que se hayan publicado en revistas de elevado Impact-Factor. Estos trabajos son contextualizados y criticados por el doctorando en el trascurso de la TD y ninguno de los firmantes de esos artículos puede pertenecer al Tribunal calificador de la TD. En este tipo de TD es mucho más difícil evaluar el plagio, porque son artículos reales ya publicados en revistas profesionales de amplio prestigio y difusión.

Quizá sea adecuado regular estos aspectos de forma más precisa, quizá haya que supervisar y realizar auditorías de calidad a las Universidades, quizá haya que vigilar más los posibles plagios, quizá haya que realizar exigencias concretas y exigentes, pero hoy por hoy las cosas están así. Es justo decirlo y explicarlo.

Como se verá existe una gran complejidad, como para que alguien ajeno a la situación y después de años quiera realizar una disección de este tipo de TD, sobre todo si se es ajeno al mundo académico, con lo que tiene que solicitar asesoría, es decir realizar una auditoría transtemporal de la labor desarrollada por el doctor, por el departamento universitario y por los miembros del Tribunal de la TD. Como se pueden dar cuenta sería una especie de “Tribunal de honor”, cuya existencia y funcionamiento está expresamente prohibido por la Constitución. Si quieren un juicio político que quiten sus pezuñas emponzoñadas de los productos académicos y lo hagan con otros argumentarios.

Aceptar estos planteamientos de pseudo-control que se han escuchado estos días por parte de algún representante político, además de representar un desconocimiento supino del tema, ponen en evidencia un “voyeurismo” muy cercano a la perversión de la función política y peudo-académica. Se puede exigir la existencia de la TD, incluso la ficha de la base Teseo, o un informa de la Universidad correspondiente, una vez comprobado estos extremos, por favor que se inhiban de hurgar en algo que desconocen y no puede ser transformado en el lodazal de las ambiciones de tal o cual sujeto o de sus apetencias políticas.


José Luis Pedreira Massa, colaborador de La Mar de Onuba, es Psiquiatra y Psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Profesor Psicopatología, Grado Criminología, UNED
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