Amaia bajo la lluvia o la lucha de las temporeras contra las «leyendas negras» de las fresas de Huelva

Amia (nombre ficticio) en el exterior de los alojamientos para temporeras marroquíes de Vélez y Gómez SL

Una trabajadora marroquí permanece más de doce horas escondida a la intemperie y bajo la lluvia para evitar ser deportada irregularmente por su empresario.

por Perico Echevarría

 

Viernes, 28 de marzo de 2024. Cuenta una leyenda negra (es decir, una “historia inventada, extravagante, que circula entre la gente como si fuera verdadera”, o “una opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada”) que en el entorno agrícola onubense se suceden despidos arbitrarios, injustificados y, sobre todo muy estentóreos, de trabajadoras marroquíes de “contrato en origen”, que son devueltas de inmediato a su país por los propios empresarios sin opción a recurso. Según esta leyenda, negra, extravagante o infundada, el objetivo de estos ceses y deportaciones fulminantes es mostrar ante las cuadrillas de trabajadoras el poder de los manijeros y la facilidad con la que pueden ser despedidas y obligadas a regresar a su país. Una forma de aumentar la productividad y tolerancia de las conocidas como marroquinas. Más de 14.000 esta temporada.

Leyenda o no, quiso la casualidad que el pasado lunes, 25 de marzo, a la misma hora que el Ministerio de Igualdad relanzaba la campaña “Retratos de la precariedad” con una petición expresa del Instituto de las Mujeres de «condiciones de trabajo justas y dignas para las temporeras de Huelva«, Amia, Jornaleras de Huelva en Lucha y Mujeres 24H enfrentaran con urgencia uno de esos “casos aislados” (patronal agraria dixit) que alimentan leyendas negras.

La campaña del Ministerio, iniciada por el equipo de la anterior ministra, Irene Montero, viene a admitir como cierta la generalidad de abusos patronales en el sector de los frutos rojos de la provincia de Huelva, que decenas de organizaciones, pequeños sindicatos y colectivos sociales locales, nacionales e internacionales llevan años denunciando. Con escaso éxito, hasta ahora. Incluye una completa Guía de Recursos (VER) que define las infracciones más comunes, cómo defenderse contra ellas, y a quién llamar en caso de requerir ayuda para poner en valor los derechos de las trabajadoras.

Así, mientras los principales medios y agencias de comunicación daban a conocer el relanzamiento y ampliación de la campaña, Amaia (nombre ficticio), madre de dos hijos de seis y cuatro años, llevaba más de doce horas atemorizada y oculta bajo un plástico para protegerse de la intensa lluvia en un lugar cercano a una finca propiedad de la empresa Vélez y Gómez SL, productora de frutos rojos asociada a la patronal Freshuelva y adscrita al dispositivo de “mediación” conocido como Prelsi, impulsado y financiado por el lobby patronal Interfresa.

Es Lunes Santo para la comunidad católica. A las 10,29 me llama desde Copenhague Fatima Ezzohayry, presidenta de la Asociación de Mujeres Inmigrantes en Acción (AMIA) de Huelva. Sé que Fatima está en Dinamarca desde hace varios día ya, participando en la puesta en marcha de un ambicioso proyecto cultural relacionado con las vulneraciones de derechos fundamentales de la mujeres temporeras en el entorno agrícola onubense. Antes de responder, intuyo que no me llama precisamente para hablar un rato de “nuestras cosas”.

Amaia, me cuenta Fátima, lleva un montón de horas oculta bajo un plástico en los límites de una finca sin identificar en el conocido como Camino de Monturrio. La noche anterior, según su propio relato, el responsable de la empresa Vélez y Gómez SL (la productora de frutos rojos asociada a la patronal Freshuelva a la que Amaia se incorporó como recolectora el pasado 16 de febrero, integrante de los denominados «contingentes” de trabajadoras marroquíes de “contrato en origen”) le había comunicado que debía recoger sus cosas, ya que a la seis mañana del día siguiente [por el lunes] debía embarcar, forzosamente, en un autobús hasta Algeciras, y desde allí en un ferry hasta Tánger, de regreso a Marruecos, que la propia empresa ya había organizado. De forma obligatoria y sin posibilidad de recurso. Para “avalar” la legalidad de la decisión y la obligación de Amaia de regresar a su país dentro de una horas participa en la reunión un “mediador enviado por la cooperativa”. De esta presencia informa a La Mar de Onuba, motu proprio, Jesús, el responsable de Vélez y Gómez. Él mismo la ha solicitado y la persona, “de Freshuelva”, es un mediador llamado Omar.

Amaia, de 37 años, también tiene a su cargo a su madre ciega. Entró en el programa de contratación en origen en 2019 y prestó servicios en una empresa de Cartaya. Tras la crisis de la Covid-19 no había vuelto a ser “llamada”. Este año, llegó a España el viernes 16 de febrero, y aquel mismo sábado comenzó a recoger fresas para Vélez y Gómez.

El pasado viernes, 22 de marzo, tras 34 días en plantilla (es decir, cuatro días después de haber superado el máximo “periodo de prueba” de un mes al que se somete a las trabajadoras de contrato en origen), Amaia fue objeto de una estentórea reprimenda por parte de un manijero -también de nacionalidad marroquí- de la que fueron testigo todas sus compañeras de cuadrilla. Al parecer, la temporera había estado recolectando de los lomos que le fueron asignados solo fresas de “primera”, dejado en las bayas las de “segunda”. Amaia está convencida de esa fue la tarea que le encomendó el manijero. Como consecuencia, este acusó a la trabajadora, allí, delante de sus compañeras y de “malas maneras”, de ser una “inútil” y le comunicó que no podía seguir trabajando en la empresa, por lo que ya podía empacar sus cosas, pues no iba trabajar más en la empresa y sería regresada a Marruecos de forma inmediata y obligatoria. El domingo por la noche, el manijero, Jesús y Omar confirmaron el despido verbal, decidido in situ por el primero de ellos, e informaron a Amaia del plan de regreso a su país. Fue cuando Amaia tomó la decisión de abandonar la finca y buscar ayuda.

El relato de la trabajadora coincide esencialmente con el ofrecido a La Mar de Onuba por Jesús, el responsable de Vélez y Gómez, cuyo propietario es un tío suyo. “En la “cooperativa” [por Freshuelva] tenemos personas que traducen y están dedicadas expresamente a decirles los problemas que haya y a que ellas estén bien; se encargan de mediar con estas mujeres y son las que comunican todos los problemas”. Jesús explica que, haciendo uso de esa mediación, “se le ha dicho [a Amaia] que no es apta, por sus condiciones físicas o por lo que sea”. A lo que añade, rotundo. “Y ella va de vuelta para su país, clarísimo”. De hecho, admite, “ya tenía preparado su billete para hoy [por el lunes]”. Preguntado por qué no se le ha notificado por escrito el despido, anunciado el viernes por la tarde, o por qué la trabajadora no dispone de la correspondiente copia de su contrato para conocer las condiciones de relación laboral con la empresa, Jesús responde que “toda su documentación está preparada para entregársela cuando se vaya”, lo que no ha sido posible porque “ella, por su voluntad propia, se ha ido esta noche. Porque le ha dado la gana”.

Así fue. Ante el temor de ser forzada a entrar en un vehículo y regresar a Marruecos, Amaia decidió salir, con lo puesto, su pasaporte y su teléfono móvil, y pasar la noche fuera de la finca. Permaneció toda esa lluviosa madrugada oculta bajo un plástico en un invernadero de otra finca del Camino de Monturrio. Durante esas largas horas envía mensajes a sus compañeras y a algunas personas en Marruecos. Antes del amanecer, las compañeras le informan de que, sobre las seis de la mañana, personal de la empresa y de la “cooperativa” han estado en los alojamientos, y que, tras comprobar que no estaba en su litera, la han buscado con intensidad en el resto de barracones (“hasta debajo de las camas”) y en otros lugares de la finca.

Pocas horas después, Amaia sabe de la existencia de la asociación Amia, con cuya presidenta, Fatima Ezzohayry, logra contactar pasadas las nueve de la mañana. Sigue lloviendo con intensidad y la trabajadora permanece escondida bajo el plástico en el invernadero vecino. Cree que está siendo objeto de una decisión injusta y, además, está atemorizada.

Derechos vulnerados

Fatima, como se dice más arriba se encuentra actualmente en Dinamarca. Me cuenta lo que está sucediendo y que hay una trabajadora marroquí que lleva horas pasando miedo y frío bajo un plástico en una carretera rodeada de invernaderos de frutos rojos. Que ha contactado con Mujeres 24H y está haciendo lo propio con Jornaleras de Huelva en Lucha (Sindical Obrera Andaluza ).

Me envía los audios que ha recibido de Amaia. Sandra Algaba, de Jornaleras, me los traduce: “Le pide a Fátima que si puede enviar a alguien y que ella se esconde por el campo mientras. Que no quiere que se la lleven a Marruecos. Tiene dos hijos de seis y cuatro años, su madre está ciega y está divorciada. Que por favor envíe a alguien para ayudarla, que está escondida en mitad del campo y le ha caído encima toda la lluvia y está esperando. No quiere volver a la finca porque la llevan de vuelta a Marruecos y ella necesita trabajar por su situación”. Sandra muestra preocupación, ese día está sola al frente del colectivo y carece de vehículo. Ambos convenimos que lo primordial en ese momento es recoger a la trabajadora y ponerla bajo “cobijo seguro”. Amaia revela su ubicación a través de WhatsApp.

Apenas unos minutos después, un audio de Laura Limón, del colectivo Mujeres 24 H, también me alerta. Casualmente se encuentra en Barcelona y tampoco logra dar con alguna compañera. Mujeres 24H, Jornaleras de Huelva en Lucha y Amia (entre otras asociaciones y colectivos, además de esta revista) llevan años trabajando sobre el terreno, con muy escasos recursos humanos (voluntariado en su inmensa mayoría), materiales y económicos, las múltiples problemáticas y abusos laborales que devienen -en el mejor de los casos- del desconocimiento o -en el peor- de una lectura errónea, incompleta y/o interesada de la Orden Gecco, la normativa ministerial de obligado cumplimento que regula la gestión colectiva de la contratación en origen. Los datos que se van conociendo a medida que pasan las horas sobre el caso de Amaia apuntan, sin precisar demasiado análisis, a diversas irregularidades y flagrantes incumplimientos de la Gecco.

? Unid@s llegamos más lejos.

La Subdelegada del Gobierno de España en Huelva, María José Rico, ha mantenido un…

Publicada por Subdelegación del Gobierno en Huelva en Jueves, 7 de marzo de 2024

Sigue lloviendo con intensidad. Son más de las once la mañana de este afortunado para el campo lunes santo en el que no para de caer preciada agua del cielo. Amaia permanece escondida bajo el plástico. A pesar de esta protección, su ropa está ya muy húmeda. Hay que actuar, convienen los tres colectivos. La primera acción, indubitada, debe ser salir en busca de la trabajadora, llevarle ropa seca y ofrecerle cobijo. Seguidamente, activar todos los dispositivos para ayudarla en la defensa de sus derechos, incluyendo la temida denuncia pública que, a fuer de casos aislados, alimenta y agiganta desde hace seis años las leyendas negras del sector fresero onubense.

Mediodía. Angels Escrivà, de Mujeres 24H, ha reservado una habitación en un modesto hotel de Huelva capital. La idea es que la mujer pueda descansar tranquila y recuperarse del sofocón ese día mientras se estudia a qué recursos de acogida, públicos, subvencionados o altruistas, podría acogerse para ganar tiempo y defender sus derechos. Es decir, para recurrir un despido que considera injusto y reclamar que se respeten las condiciones de su contrato. O al menos, lo estipulado en la Orden Gecco, ya que no se sabe qué dice el contrato de Amaia, ya que esta aún no ha recibido su correspondiente copia.

Ante la gravedad y urgencia de la situación, Laura y Fatima ponen en conocimiento de la Subdelegación del Gobierno en Huelva lo que está sucediendo. Al Gobierno de España le corresponde la gestión y seguimiento de la “contratación en origen”. El pasado 7 de marzo, la nueva Subdelegada, María José Rico, como se informó a través de las redes sociales, recibió a los tres colectivos que le informan del caso Amiaia (Jornaleras de Huelva en Lucha, Mujeres 24H y Amia). De todos ellos escuchó propuestas y reivindicaciones comunes tras años de trabajo sobre el terreno y entrevistas personales con centenares de trabajadoras.

Laura Limón sugiere a la Subdelegación que un coche de la Guardia Civil recoja a la mujer, pero esa opción no parece factible. Se plantea enviar un taxi, pero la opción se descarta de inmediato dada la situación que, a esa hora, continua sufriendo Amaia. En cualquier caso, Sandra de Jornaleras de Huelva en Lucha informa a Amaia de la gestiones que se van realizando y le pide que aguante un poco más.

Finalmente, sobre las dos de la la tarde, es este redactor, acompañado por Pedro Pérez, amigo y colaborador voluntario que aporta su vehículo personal, quien se desplaza al Camino de Monturrio. A través de WhatsApp localizamos el lugar en el Amaia ha permanecido más de doce horas escondida bajo la lluvia. Las fotos y datos que hemos estado compartiendo a través de Sandra Algaba facilitan que podamos identificarnos mutuamente.

Giro inesperado, triunfo de la acción colectiva

14 horas y 28 minutos. Me llama Laura Limón justo cuando Amaia aparece a lo lejos. Me informa de que la Subdelegación acaba de ponerse en contacto con ella. Han investigado los datos aportados por los colectivos y hacen llegar el siguiente mensaje: “Decid a la mujer que vuelva a su empresa, la están esperando. El manijero tiene abierto un expediente sancionador. La empresa no tiene ningún problema con ella”.

A través de una videollamada, Sandra Algaba traduce para Amaia la información que Laura Limón acaba de hacerme llegar. La trabajadora rompe a llorar y me abraza. «Sucram, sucram», repite insistentemente. Llanto de quien ha sufrido mucho en pocas horas. Llanto que alivia. Sandra le vuelve a explicar. “No has hecho nada malo. La empresa lo ha reconocido y va a castigar al manijero. No tienes que volver a Marruecos. Tu contrato sigue en vigor”. Sucram, sucram. Este redactor no puede evitarlo. También se emociona.

Regreso a Vélez y Gómez

A las 14,50 acompaño a Amaia de regreso a la finca. Los accesos están abiertos y en la puerta se encuentran una veintena de mujeres, todas de origen marroquí, que reciben a Amaia con abrazos. La escena es conmovedora y observada, a cierta distancia, por Omar, el “mediador de Freshuelva”, que va identificado con un chalequillo del Prelsi. Este opta por retirarse y desaparecer de la vista del grupo cuando trato de acercarme y entablar conversación con él. Saca su móvil y hace una o varias llamadas.

La desaparición de Omar no pasa desapercibida para el grupo de trabajadoras. Casi en volandas, me arrastran, invitado, hasta los módulos prefabricados en los que la empresa ha ubicado su domicilio temporal en España. En opinión estrictamente personal de quien firma esta pieza, el aspecto es deplorable. A simple vista se observa que no son alojamientos dignos. Y, desde luego, incumplen prácticamente todas las exigencias establecidas en el Anexo XI de la Orden Gecco (VER).

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Apenas me ha dado tiempo a tomar unas fotos para documentar lo que ven mis ojos cuando vuelve Omar. Le informo que hemos venido a acompañar a la trabajadora ya que la Subdelegación del Gobierno en Huelva nos ha informado de que todo ha sido un malentendido. “Todo está solucionado, sí”, confirma Omar. “Pero esto es una propiedad privada y ustedes no pueden estar aquí (ESCUCHAR AUDIO)”.

Amaia se reincorporó al trabajo el martes santo. Hasta hoy mismo, Viernes Santo, ha trabajado todos los días. El manijero ha sido expedientado. No habrá despido arbitrario, coercitivo o ejemplarizante. No alimentemos leyendas negras.

AUDIO: Amaia bajo la lluvia, un 'misundertanding', por Pedro Pérez

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