EEUU domina el sistema financiero global

por Francisco Villanueva

 

Viernes, 5 de julio de 2022. El momento decisivo en que EE.UU quebró el mecanismo de cooperación y coordinación del capitalismo avanzado en su fase de globalización fue cuando, inmediatamente después de la invasión del 24 de febrero a Ucrania, congeló más de la mitad de los activos del Banco Central de Rusia (aproximadamente 330.000 millones de dólares).

Fue una medida sin precedentes por su magnitud y celeridad que golpeó en forma directa a las reservas del principal exportador de energía del mundo, además de la mayor potencia nuclear del planeta y miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho a veto.

La decisión tomada por el presidente Joe Biden contra Rusia fue un formidable ejercicio de poder hegemónico por EE.UU., que contradijo plenamente la imagen de debilidad que le había provocado la derrota experimentada en Afganistán en agosto del año pasado.

Al mismo tiempo, la medida de Biden produjo cambios fundamentales y de largo plazo en la estructura financiera global, que dió por concluida una etapa en la historia del capitalismo caracterizada por la integración mundial del sistema, que había sido su rasgo esencial en los 30 años previos (a partir de 1991 con el colapso de la Unión Soviética). Esto ocurrió cuando la hegemonía financiera del dólar estadounidense es cada vez más aplastante, no solo en lo que se refiere a las reservas de los bancos centrales del mundo (67% del total), sino sobre todo en lo que hace al comercio internacional, donde la divisa norteamericana es el instrumento de más de 80% de las transacciones.

La hegemonía del dólar revela el papel central de EE.UU. en el sistema integrado transnacional de producción, que es el núcleo estructural del capitalismo del siglo XXI y por el que transcurre más de 85% del intercambio global de la época; y donde 44% del total de las compañías trasnacionales son norteamericanas y solo 25% chinas. Lo que implica la hegemonía del dólar estadounidense es que es endógena a la acumulación capitalista, integrada por un trípode constituido por la oferta (ampliación del sistema), la demanda, y el financiamiento. En este mecanismo básico de acumulación, para que la oferta cubra las necesidades de la demanda, es preciso que el sistema financiero le otorgue los capitales para su ampliación.

La regla de oro del sistema capitalista en su fase de globalización es la unidad, que permite su continua expansión; y esa unidad se ha logrado en forma instantánea a través de un proceso global de digitalización. Lo que ha ocurrido ahora con la Guerra de Ucrania es que esa integración se ha quebrado, probablemente en forma irreversible.

Así como Bretton-Woods (1944) surgió del fenomenal despliegue de poderío industrial de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, que permitió que la potencia norteamericana creara el conjunto de instituciones del capitalismo de los siguientes 30 años, encabezados por los financieros. Ahora, en esta etapa histórica, el único desafío que enfrenta Washington después de que el colapso de la Unión Soviética en 1991 inaugurará su etapa de hegemonía unipolar, es la irrupción extraordinaria, única históricamente, de China en el mercado mundial.

Los logros de la República Popular se pueden resumir en estos términos: dispone del mayor mercado de consumo del mundo sobre la base de una estructura descentralizada e integrada al sistema global; y su economía se ha demostrado capaz de competir con las más avanzadas de Occidente, y en primer lugar con EE.UU., al que disputa el dominio de las tecnologías de avanzada de la Cuarta Revolución Industrial. Por último, su fuerza de trabajo es alta y crecientemente calificada y tiene una vida saludable y segura.

El “soft power” de China es su extraordinaria realidad histórica, y que no responde a ninguna campaña de relaciones públicas. Nada de esto significa el fin de la hegemonía financiera estadounidense, como lo ha podido comprobar Rusia después de su invasión a Ucrania el 24 de febrero.

En términos militares, Rusia tiene claramente ganada la Guerra de Ucrania frente a EE.UU. y la OTAN; y cuenta con el tiempo a su favor tanto en Europa como en Washington. Esto significa que Rusia con el liderazgo de Vladimir Putin tiene a la victoria de su lado en el escenario estrictamente europeo del conflicto.

Pero el problema de EE.UU. no es Rusia, sino China. La ironía de la situación, altamente reveladora en términos históricos, es que el objetivo de la República Popular no es vencer a EE.UU. y la OTAN, sino, por el contrario, profundizar su integración con la economía norteamericana y europea, porque su auténtica finalidad es ser junto con EE.UU el núcleo de la estructura de poder del capitalismo absolutamente integrado del siglo XXI.

China no disputa la hegemonía de EE.UU. porque sigue la concepción de Mao: “el mundo no puede ser dominado porque es un flujo constante de tendencias y corrientes profundas de la historia que nadie puede controlar”.

EE.UU. al emerger de la crisis provocada por la Guerra de Ucrania lo hace en un mundo multipolar, pero para ello previamente debe atravesar una crisis interna de extrema gravedad, que se manifiesta a través de la dupla de alta inflación y recesión profunda que ya está en marcha.

La hegemonía financiera de EE.UU. en definitiva está a salvo, al menos por ahora.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero
@FranciscoVill87

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