¿Es posible ganar elecciones sin programa electoral?

Isabel Díaz Ayuso durante un acto de campaña. Populares
por Juan M. Rosas

 

Jueves, 6 de mayo de 2021. Hace unos días veía cómo se comparaban en una red social la propaganda que hacían llegar por correo los partidos políticos participantes en las elecciones a la Comunidad de Madrid a sus potenciales votantes, a cuenta de la apuesta publicitaria del Partido Popular que incorporaba únicamente la foto de la candidata, la palabra “libertad”, su apellido, y el logo del partido. Ni una propuesta, ni un comentario, ni una promesa.

Como a la mayoría, el cartel me sorprendió y como psicólogo curioso no pude evitar preguntarme si un partido podría ganar unas elecciones sin hacer alusión al programa electoral o, analizado al revés, si el programa electoral y sus racionales razonamientos son los que determinan finalmente nuestro voto.

Antes de iniciar esta reflexión debe saber que llevo ya más de treinta años centrando mis investigaciones sobre el comportamiento animal y humano en estudiar aquello que compartimos con otras especies animales por lo que, siguiendo aquel dicho que dice que “cuando lo que tienes es un martillo, todos los problemas te parecen clavos”, ya le adelanto que mi reflexión va a ser parcial, atendiendo únicamente a una de las múltiples caras de la realidad poliédrica del comportamiento humano.

Y una de esas caras hace referencia a cómo se forman nuestras actitudes y en cómo una parte de estas actitudes está basada en formas de aprendizaje asociativo que compartimos con otras especies animales y de las que en muchas ocasiones no somos conscientes.

Aprendizaje emocional

Recordemos un trabajo ya clásico en el que Frank Baeyens y sus colaboradores presentaron una serie de dibujos geométricos a 72 estudiantes que diferían en el grosor de sus líneas mientras estaban distraídos realizando una tarea que absorbía su atención.

Para la mitad de los estudiantes las formas dibujadas con trazo fino se presentaban acompañadas de fotografías agradables, mientras que las formas dibujadas con trazo grueso se emparejaban con fotografías desagradables, y viceversa para la otra mitad de los estudiantes.

Después de esta experiencia, cuando les presentaron otros dibujos, los participantes para los que las formas de trazo fino estuvieron emparejadas con fotografías agradables decían que les gustaban más aquellos dibujos de trazo fino y viceversa, a pesar de que ninguno de los estudiantes era consciente de por qué le gustaban esos dibujos; simplemente, les parecían más bonitos.

Este fenómeno se conoce técnicamente como aprendizaje o condicionamiento evaluativo y aparece siempre que se asocian o se relacionan estímulos más o menos neutros con estímulos emocionalmente potentes.

Si lo pensamos, no nos será difícil identificar este aprendizaje como el que nos lleva a escoger una determinada marca de bebida carbonatada en la línea del supermercado, igual que nos será fácil identificarlo en los anuncios de perfume y en muchos otros centrados más en asociar el producto con elementos (racionalmente) irrelevantes, pero emocionalmente potentes, que con una descripción de las características objetivas del producto que se supone que guían nuestras elecciones racionales.

Libertad

Isabel Díaz Ayuso durante un acto de campaña. FB

Reanalicemos ahora el cartel que evocó esta reflexión. Una fotografía de la candidata, su apellido y una sola palabra, libertad, que además cambiaba la grafía de la “a” para identificarla con la primera letra de su apellido. Asociación perfecta, por contigüidad, y con un estímulo con valor emocional indiscutiblemente positivo.

Aún voy más allá, libertad es, quizá, la palabra polisémica por excelencia y engloba y evoca conceptos tan diferentes para distintas personas que permite a cada votante potencial interpretar inconscientemente la palabra de acuerdo con sus deseos.

¿Son este tipo de asociaciones suficientes para explicar nuestro voto?

Obviamente no, la formación de actitudes no depende solo del condicionamiento evaluativo, también se forman a través de la experiencia con la acción de gobierno y de la evaluación de la información de la que disponemos sobre la que aplicamos nuestros conocimientos y creencias.

Pero no olvidemos que, votemos lo que votemos, parte de los factores que determinan el voto no son racionales ni conscientes, como no lo son tampoco los factores que nos llevan a escoger un determinado perfume o una determinada marca de camisetas deportivas.

Quizá no se puedan ganar unas elecciones sin programa, pero la extensa investigación sobre el condicionamiento evaluativo o emocional sugiere que con el programa no basta, particularmente teniendo en cuenta que es bastante probable que en muy pocas ocasiones comparemos los programas electorales de los distintos partidos que se presentan a las elecciones en las que no hemos dudado a quién votar.

Juan M. Rosas, Catedrático de Psicología Básica, Universidad de Jaén. Tras la obtención del grado de Doctor en la Universidad del País Vasco en 1994, obtuve una beca postdoctoral del Gobierno Vasco que me llevó a pasar 2 años en la Universidad de Vermont bajo la supervisión de Mark E. Bouton, miembro del equipo de trabajo del subproyecto coordinador. En ese periodo comencé a desarrollar mis estudios sobre el papel del contexto en la recuperación de la información, focalizando mi trabajo en los paralelismos entre el efecto del paso del tiempo y el del cambio en el contexto físico sobre la extinción1,2. Estos trabajos experimentales evolucionaron en el análisis experimental de lo que en su momento se denominaba la paradoja contextual3,4, que terminamos resolviendo entre Bouton, Nelson y Rosas en dos influyentes publicaciones en Psychological Bulletin5,6, culminando así una colaboración altamente productiva. Tras un año formándome en las técnicas de análisis de los contenidos del aprendizaje en la Universidad de Pennsylvania con un contrato postdoctoral bajo la supervisión de Robert Rescorla, me integré en la Universidad de Jaén donde comencé el desarrollo de investigación independiente en los procesos que subyacen a los efectos del cambio de contexto y los contenidos del aprendizaje tanto en animales como en seres humanos. En mayo de 2001 creamos el grupo PAIDI HUM642, Psicología comparada: aprendizaje, atención y memoria, del que he sido investigador principal hasta el año 2017, en el que, a partir de mi actividad como Vicerrector de Enseñanzas de Grado, Postgrado y Formación Permanente primero y como Vicerrector de Estrategia y Gestión del Cambio después, cedí la coordinación del grupo con el objetivo de favorecer su desarrollo y optimizar la distribución de mi tiempo. Consciente de la necesidad de alinear la investigación con las necesidades del entorno, inicié en colaboración con M.M. Ramos y J.E. Callejas la investigación teórico experimental en las variables psicológicas que afectan a la cata del aceite de oliva virgen extra. El desarrollo de esta investigación en el campo de la psicofísica ha dado lugar dos tesis doctorales con mención internacional, y a varias publicaciones en revistas Q17,8,9 y Q210. Durante este periodo, he mantenido colaboraciones estables con el Dr. Nelson en la UPV/EHU y con el Dr. Bouton en la UVM, con estancias en sus laboratorios de varios de nuestros estudiantes. Estas colaboraciones se han sumado a colaboraciones con otros laboratorios internacionales, como los dirigidos por el Dr. Nieto y el Dr. Vila en la UNAM, entre otros, permitiendo el desarrollo de 9 tesis doctorales bajo mi dirección, y mi participación como asesor externo en varias más de la UNAM, y de la Universite of Lille-3 y asentando de esta manera un laboratorio y un equipo de investigación en la Universidad de Jaén de prestigio y relevancia internacional.

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