La mayoría transversal muestra su flaqueza ante un Sánchez que no acusa recibo

La semana parlamentaria ha sido un pronóstico negativo si se la observa como un avance de la inestabilidad que vendrá durante toda la legislatura

por Daniel Galvalizi

Domingo, 14 de enero de 2024. “Unos son irresponsables y otros unos prepotentes”, decía con ceño fruncido una diputada catalana en los pasillos del Senado, escenario momentáneo de las peripecias del Congreso debido a la remodelación del hemiciclo. Lo afirmaba con respecto a Junts y el PSOE. El hastío era palpable no solo en ella, sino en muchos legisladores.

Es posible que la sesión, el superpleno del miércoles que duró doce horas, trace una bisagra temporal intangible en el proceso político actual. Fue inédita porque un Ejecutivo investido hace menos de dos meses ya sufrió una derrota legislativa parcial y estuvo al borde de sufrir un sopapo descomunal.

El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, se encargó de decir que lo que estaba sucediendo era un “esperpento” y tachó de varias cosas, todas poco bonitas, a la coyuntura política actual y al Gobierno. Sus exabruptos tienen un aliado, el mismo del cual carece cuando critica la economía como si estuviéramos al borde de la hambruna: la realidad. Es tan real que la economía va mucho mejor de lo que dicen las derechas, como real que lo que se vive a veces en la política doméstica es un poco surreal. Hasta casi bizarro.

Lo fue en varios hechos, como lo que provocaron PP y Vox al ser astutos y exigir que, al haber empate en la votación del escudo social, gracias a la abstención de Junts obtenida en el último minuto, cada diputado dijera en voz alta su decisión (voto por llamamiento, según el reglamento). Armengol debió consultar a los asesores con urgencia y mandar llamar a Pedro Sánchez, quien miraba todo desde Moncloa, para asegurarse que pudiera venir con prontitud al Senado. Su mera ausencia podía hacer caer la prórroga del escudo social y la derecha lo sabía. Todo al límite, como si fuera un guion de comedia.

La nueva realidad

La semana parlamentaria ha sido un pronóstico negativo si se la observa como un avance de la inestabilidad que vendrá durante toda la legislatura. No tratándose de leyes orgánicas ni muy trascendentales parece algo insólito que hasta el segundo previo a que Francina Armengol leyera los resultados telemáticos nadie supiera cómo saldrían adelante los tres reales-decretos en cuestión.

Ahí es cuando el comentario mencionado de aquella diputada encaja. Muchas veces los aliados del PSOE se han quejado en la legislatura anterior de las formas de los negociadores de Moncloa y de lo tarde que llegan a veces algunas llamadas y empujando las conversaciones al límite. Lo han hecho incluso, varias veces, socios habituales de los socialistas, como son el PNV y Coalición Canaria.

Esa prepotencia, o como se la quiera denominar, podía cuajar en tiempos en que la correlación de fuerzas era diferente, y con una pandemia y una guerra en pleno contexto. Las cosas han cambiado, no hay “mayorías variables”, Ciudadanos ya no existe, Esquerra tiene seis escaños menos que en la legislatura anterior y PP-Vox-UPN suman 171 escaños, nada más ni nada menos.

¿Había necesidad de impulsar tres reales decreto en estas condiciones, o de hacerlo sin las negociaciones previas para mejorar su redacción? Algunas cuestiones, como lo que hace a las medidas del escudo social tenían fecha de vencimiento y necesidad de prórroga, por lo que no hay lugar para la sorpresa. ¿Hace falta que Moncloa juegue la carta del tiempo y la presión como un factor constante de su negociación?

“Esto es Sánchez puro, a todo o nada, siempre fue igual”, reflexiona en conversación con El Salto un exministro y exalto cargo del PSOE, que conoce al presidente del Gobierno en la intimidad. “Van a tener que hacer cambios, por cómo están las cosas, y crear nuevos esquemas de negociación”, afirma.

La administración del tiempo en política es clave y Sánchez tiene el hábito de forzar las cosas hasta niveles no apto para cardíacos. Nunca se rinde, ya se sabe, pero ciertas tácticas pueden empezar a salir mal. “Es norma que el Gobierno siempre quiera acelerar los tiempos, y las minorías parlamentarias siempre utilicen tácticas dilatorias para obtener más beneficios; suele ser así, pero habrá que hacer cambios”, añade la misma fuente.

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