Qué hacer ante el constante aumento de violaciones grupales de menores

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por Carme Panchón Iglesias

 

Miércoles, 21 de junio de 2023. Lamentablemente, siguen saliendo a la luz noticias sobre violaciones cuyas víctimas son adolescentes. Solo en Badalona (España) se han identificado 20 menores que han participado en 8 agresiones sexuales en el último año. Se trata, en muchos casos, de violaciones en grupo, un fenómeno de reciente aparición.

Las agresiones sexuales y las violaciones son actos en los que se ejerce al más alto nivel la violencia machista, que no acepta de ninguna manera que para mantener relaciones sexuales todas las personas han de dar su consentimiento. Es una visión egoísta que refleja una carencia de habilidades sociales y de no reconocimiento de los derechos de la otra persona, entre otros el de ser respetada.

Que ocurran constata que vivimos en una sociedad heteropatriarcal y machista que aún considera a la mujer como un objeto a admirar o a poseer.

¿Quiénes son los responsables de las violaciones?

En este fenómeno no se puede identificar una clara relación de causa-efecto. Estas conductas son el resultado de un conjunto de factores personales y de interacción de los menores de edad con su entorno.

La pregunta que cabe hacerse cuando se produce una violación grupal es: ¿se podría haber evitado esta situación? Si la respuesta es “se está haciendo poco o nada y sí, se podría haber evitado”, entonces el problema refleja un alto nivel de desidia política y social.

Las primeras acciones que deberíamos contemplar para tratar de acabar con este gravísimo problema son la prevención, la incorporación de educadores/as de calle, acciones para promover el cambio de actitudes de los adolescentes y jóvenes (habilidades sociales, educación emocional, coeducación y comunicación no violenta), recurrir a estrategias pedagógicas de resolución de conflictos y un compromiso de las Administraciones con los derechos humanos.

Prevenir supone incidir en las causas de la violencia para evitar su repetición, rompiendo con las relaciones de dominio y los estereotipos sexistas. Esta prevención llega por vía de la educación, que abarca mucho más que la escuela o el centro educativo.

Entra en juego aquí la educación transformadora, que promueve el desarrollo de habilidades sociales en los entornos familiares y comunitarios. Según la define la UNESCO, implica una enseñanza orientada a motivar y empoderar a alumnos sanos y felices, para que puedan tomar decisiones fundamentadas y actuar con conocimiento de causa a nivel individual, comunitario y mundial.

Se basa en la creación de entornos de aprendizaje que requieren la motivación y la implicación de las personas en sus propios procesos educativos. Así se asegura de prepararles para la competencia social. La educación solo puede calificarse como transformadora cuando los estudiantes se sienten valorados, reconocidos, seguros e incluidos en la comunidad de aprendizaje como miembros plenos y activos.

La responsabilidad de la educación recae principalmente en la familia, como recoge el artículo 18 de los derechos de la infancia, pero también en la Administración.

Preocupan especialmente los menores de edad inimputables pero responsables de sus actos. Adolescentes menores de 14 años que han cometido un hecho tipificado como delito por el Código Penal y a los que no se les puede aplicar la ley de responsabilidad penal. Estos pasan a ser competencia de los servicios de protección a la infancia y adolescencia, que además de hacer un estudio de las circunstancias personales, familiares y sociales deben planificar una intervención para reeducarlos en la responsabilidad de sus actos.

Colaboración entre familia y comunidad

El objetivo de esta intervención es evitar la reincidencia. Para ello se ha de reconocer la responsabilidad de los actos cometidos, desarrollar habilidades sociales, incorporar la perspectiva de género en su visión del mundo, fomentar la empatía con la víctima, aprender a controlar la ira y, en la medida de lo posible, reparar el daño causado. Esta intervención requiere la colaboración y la implicación de la familia y la comunidad.

Un ejemplo interesante es el método ART o Entrenamiento para Reemplazar la Agresión con jóvenes (Aggression Replacement Training, en inglés). Se trata de una técnica cognitivo-conductual que intenta generar cambios sustituyendo comportamientos agresivos por otros de competencia social. Se focaliza en el desarrollo de destrezas prosociales, de autocontrol y valores morales.

Los programas de intervención socioeducativa ofrecen un abanico de recursos para adolescentes infractores menores de 14 años. Incorporarlos a sus propios procesos de aprendizaje permitiría conseguir un desarrollo integral y una reincorporación positiva a la sociedad. Esta tarea implica preparar a los jóvenes para el compromiso ético y social, exigiéndoles que entiendan la realidad que les rodea para que así puedan actuar en ella de manera responsable y competente.

Carme Panchón Iglesias es Profesora titular de Pedagogía de la Inadaptación Social. Facultad de Educación, Universidad de Barcelona (UB), Universitat de Barcelona

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