¿Sexo o redes sociales? Los sacrificios que estamos dispuestos a hacer para seguir conectados

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Viernes, 3 de noviembre de 2023. Suena el despertador, es hora de empezar el día. ¿Qué es lo primero que hace? ¿Y justo antes de irse a la cama? Si su respuesta es navegar por las redes sociales, no está solo. La gente pasa cada vez más tiempo en las redes sociales: un informe de principios de año sugiere un uso medio mundial de dos horas y media al día.

Con la aparición de más aplicaciones y redes sociales, es probable que esa cantidad de tiempo aumente. La empresa tecnológica estadounidense Meta acaba de lanzar Threads, una nueva red social que compite por nuestro tiempo. La aplicación pretende rivalizar con el Twitter de Elon Musk.

Con 4 800 millones de usuarios de redes sociales en todo el mundo en 2023, estas se han convertido en un pilar de la vida cotidiana, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Algunos adolescentes incluso describen una sensación de estrés y bajo bienestar emocional cuando no están conectados. Tanto es así que se han popularizado términos como FOMO (siglas en inglés de miedo a perderse algo) y nomofobia (fobia a no tener teléfono móvil) para explicar los sentimientos y pensamientos que experimentan algunas personas cuando se desconectan de su teléfono inteligente.

Uso de las redes sociales
Un par de manos escribiendo en un teclado.
A medida que nos volvemos cada vez más dependientes de las redes sociales para el entretenimiento y la información, puede ser un reto crear un espacio entre nosotros y nuestros perfiles en las redes sociales. Shutterstock

A medida que nos volvemos más dependientes de las redes sociales para el entretenimiento y la información, puede resultar difícil crear un espacio entre nosotros y nuestros perfiles en ellas. Tanto es así que disfrutar demasiado de las redes sociales y dedicarles excesivo tiempo puede dar lugar, en casos extremos, a una adicción.

Como investigadores que estudiamos las relaciones de la sociedad con estas tecnologías, recientemente empezamos a cuestionarnos hasta dónde podrían llegar los jóvenes adultos para mantener su conexión con los medios sociales. Para responder a esta pregunta, realizamos un estudio de 750 canadienses de entre 16 y 30 años que utilizan habitualmente las redes sociales. Les preguntamos por sus pautas de uso, su relación y los sacrificios que estarían dispuestos a hacer para seguir en ellas.

Nuestros resultados mostraron que los teléfonos inteligentes eran el método más utilizado para acceder a los medios sociales. Aproximadamente el 95 % de los participantes tenían acceso a al menos dos cuentas, con Instagram, Facebook y YouTube entre las más populares.

Además, casi la mitad de los encuestados consultaban las redes sociales nueve o más veces al día, mientras que sólo uno de cada 10 lo hacía dos veces al día o menos. Los momentos del día en los que más se accede al teléfono son por la mañana y por la noche. Sin embargo, el acceso durante la tarde y el fin de semana sigue siendo frecuente.

Curiosamente, a pesar de tener una edad media ligeramente superior a los 24 años, casi la mitad de los jóvenes adultos encuestados indicaron que tenían una cuenta en redes sociales desde hacía casi una década o más, lo que sugiere un uso prolongado y un interés desde una edad temprana.

¿Qué sacrificios están dispuestos a hacer los jóvenes?

Personas que utilizan ordenadores portátiles y teléfonos inteligentes sentadas en el suelo.Se pidió a los encuestados que pensaran qué estarían dispuestos a sacrificar para mantener su presencia en las redes sociales. Los sacrificios se clasificaron en las siguientes categorías: comida/bebida, aficiones, posesiones, carrera, apariencia, relaciones, salud y vida.

Aproximadamente el 40 % de los encuestados estaba dispuesto a renunciar a la cafeína, el alcohol y los videojuegos. Otro 30 % aproximadamente estaba dispuesto a dejar de hacer deporte, ver la televisión y comer en su restaurante favorito durante todo un año.

Cuando se les propuso hacer concesiones relacionadas con la apariencia o la posesión, otro 10-15 % dijo que estaría dispuesto a engordar cinco kilos, afeitarse la cabeza, renunciar al carné de conducir, no volver a viajar nunca más y vivir sin aire acondicionado.

Cuando se les pidió que hicieran concesiones más serias respecto a sus relaciones, su salud o su vida, fueron menos los que se mostraron dispuestos a hacer el sacrificio. Por ejemplo, menos del 5 % de los participantes dijeron que estarían dispuestos a contraer una infección de transmisión sexual o a que les diagnosticaran una enfermedad potencialmente mortal, como el cáncer, antes que renunciar a las redes sociales.

Sin embargo, casi 10 de cada 100 participantes respondieron que aceptarían no poder tener hijos, privarse de las relaciones sexuales o renunciar a un año de su vida para mantener sus contactos en las redes sociales. Cuando se les pidió que renunciaran a más años de vida, casi cinco de cada 100 y tres de cada 100 participantes dijeron que renunciarían a cinco o diez años de su vida, respectivamente.

Algunos adultos jóvenes están dispuestos a renunciar a una cantidad considerable de tiempo para mantener su acceso a las redes sociales. En particular, los participantes eran mucho más propensos a hacer sacrificios relacionados con la comida, la bebida y las aficiones, seguidos de los relacionados con las posesiones y la apariencia, en comparación con concesiones más serias. Sin embargo, saber que incluso una pequeña proporción de los participantes estaba dispuesta a hacer sacrificios relacionados con la salud y la vida es, sinceramente, aterrador.

No somos el tipo de investigadores que quieren librar al mundo de las redes sociales. Al contrario, nosotros mismos las utilizamos. Más bien, como la mayoría de las cosas en este mundo, vemos los beneficios y las consecuencias y queremos fomentar las conversaciones, la reflexión y el pensamiento sobre cómo y por qué las utilizamos.

Paige Coyne, PhD Candidate, Department of Kinesiology; Epidemiogist at Henry Ford Health, University of Windsor; Bailey Csabai, Research and Graduate Assistant, Faculty of Human Kinetics, University of Windsor y Sarah Woodruff, Professor, Director of the Community Health, Environment, and Wellness Lab, University of Windsor

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