Juan Cobos Wilkins: “Para mí la literatura no es una carrera”

Juan Cobos Wilkins, nacido en Riotinto (Huelva), de donde es Hijo Predilecto, ha sido director de la Fundación Juan Ramón Jiménez, de la colección poética que lleva el nombre de este poeta y de la revista de literatura Con Dados de Niebla, también codirigió el Aula de Poesía de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Durante años ha ejercido la crítica literaria y teatral en diversos medios especializados (El País -Babelia-, Revista de LibrosTuria, Mercurio…), de los que es habitual colaborador. Traducido a varios idiomas e incluido en numerosas antologías y estudios de literatura contemporánea, ha sido galardonado, entre otros, con los siguientes premios: Premio de la Crítica de Andalucía; Gil de Biedma, de poesía; Ciudad de Torrevieja, de poesía; NH, de relatos; Ciudad de Huelva, de relatos; Instituto de Cinematografía y Artes Visuales, de Guiones Cinematográficos; El Público, de novela; Ciudad de Torrevieja, de novela; Uva Literaria de las 12 Uvas de la Cadena SER; Premio Encuentro Escritores Verdes; Botón de Oro y Nácar de la Cultura.

 El corazón de la Tierra es el título de su primera novela, seguida por millares de lectores, continuamente reeditada y llevada al cine por Antonio Cuadri, en una coproducción internacional que se alzó con el premio a la Mejor Película Latina en el Festival de Los Ángeles y tuvo dos nominaciones a los Goya. Su segunda novela, Mientras tuvimos alas, obtuvo el premio de El Público como mejor novela de 2004, y El mar invisible fue la finalista del Premio Ciudad de Torrevieja en 2007. En 2015 se ha editado su última novela, titulada Pan y cielo.

Cobos Wilkins también ha publicado relatos, recogidos en los volúmenes Siete parejas y un solitario y La soledad del azar, y es autor del libro de investigación La Huelva británica, de la biografía Álbum de Federico García Lorca (edición especial conmemorativa del centenario del poeta), y de piezas teatrales recopiladas en el libro Mysterium. Su obra poética suma, entre otros, los siguientes libros: Llama de clausuraEscritura o ParaísoBiografía impura, Para qué la poesía, El mundo se derrumba y tú escribes poemas, Matar poetas y las antologías Donde los ángeles se suicidan,  La imaginación pervertidaA un dios desconocido y Huella en las hojas.

Tras once años sin publicar poesía, en 2009 se edita su libro Biografía impura, que rápidamente alcanza la segunda edición y que obtiene el Premio de la Crítica de Andalucía. Con poemas de Biografía impura el cantaor Arcángel grabó su disco Quijote de los sueños. Además, poemas suyos han sido musicados por los compositores y pianistas Rafael Prado y José Zárate, cantados por Carita Boronska, e incluidos en el espectáculo Nueva York ego fui. También el grupo Planeta Jondo ha creado el espectáculo Golpea con poemas de sus distintos libros. Y partiendo del último, Matar poetas, Diego Galaz, director del Festival de Instrumentos Insólitos, ha realizado el espectáculo literario-musical homónimo. Juan Cobos Wilkins ha sido distinguido por la ciudad de Huelva con la Medalla de las Letras.

Javier Gilabert: ¿Qué supone para un poeta onubense dirigir la Fundación de su poeta más ilustre? ¿Hasta qué punto la influencia de Juan Ramón está presente en tu obra y en tu vida?

Juan Cobos Wilkins: Fue un privilegio y una responsabilidad para alguien tan joven como yo cuando asumí ese hermoso compromiso. El reto era grande, muy grande, pues no solo se trataba de dirigirla, sino de crearla, de ponerla en marcha, darle vida, eco, proyección más allá de los límites locales de Moguer -donde radica su sede, el pueblo natal del poeta- y de los provinciales, tuve como horizonte que J.R.J. es un andaluz universal. Y así se encaminó mi “trabajo gustoso”, por seguir citándolo, valga como ejemplo baste uno: la edición del libro inédito de Juan Ramón Jiménez Mi Rubén Darío, preparado por el gran juanramoniano Sánchez Romeralo. Era cumplir el sueño del Premio Nobel, que no pudo ver en vida publicado este libro, tan amado por él. Adolescente, y niño aun, leí a Juan Ramón y lo he seguido leyendo, es inagotable, porque es hondo y alto, porque sus alas se enraízan y sus raíces vuelan. Ocupa un lugar de honor en la poesía, no solo en la escrita en español. Mi manera de darme al mundo y recibirlo tiene puntos comunes con la sensibilidad juanramoniana y con su ética estética. Pero mi mundo poético es diferente, otro. También mi forma de vivir y ser vivido por la vida es distinta.

J.G.: Tu primera novela fue llevada al cine con gran éxito por Antonio Cuadri y tus poemas han dado pie a un disco de Arcángel o a espectáculos como ‘Nueva York ego fui’ o ‘Golpea’, sin olvidar que los de tu más reciente publicación, ‘Matar poetas’, han inspirado el espectáculo literario-musical que lleva el mismo nombre. Nos gustaría que nos hablaras sobre estas experiencias.


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JCW: Sorprendentes. Para mí, sorprendentes, no imaginaba que mis poemas iban a despertar el interés en uno de los grandes cantaores actuales de flamenco, como es Arcángel, hasta el punto que querer cantarlos y grabar un disco. Pero él es un cantaor que, conociendo muy bien la tradición, sabiendo de dónde viene, es heterodoxo y transgresor, esto nos unía, nos enlazaba. Y resultó un trabajo minucioso y bello. También han musicado mis poemas magníficos pianistas como Rafael Prado y José Zárate, o cantantes de rock, pop, jazz, como la sueca Carita Boronska. Con el grupo Planeta Jondo hice unos recitales-conciertos inolvidables. También he compartido escenario con Jesús Albarrán… Sí, Matar Poetas es el espectáculo en el que trabaja Diego Galaz, del grupo Fetén-Fetén y director del Festival de Instrumentos Insólitos, y tan insólitos… Me acompañó en la presentación de este libro en Madrid ¡con un serrucho y un violín trompeta! Pero no quiero olvidar algo igualmente inusual, en la presentación de Matar Poetas en Huelva, el bailarín y coreógrafo de danza urbana Dan Danza (creador del grupo Yo Soy Loco) bailó mis poemas sin música, dejándose llevar únicamente por el ritmo de la palabra, del verso, de las metáforas… Fue algo impresionante.

Fernando Jaén: Se me hace difícil no preguntarte por tu magnífica y reconocida novela ‘El corazón de la tierra’, donde muestras a través de los ojos de Blanca el testimonio trágico de la huelga en los yacimientos mineros de Riotinto de febrero de 1888, conflicto conocido como “El año de los tiros”. Fue un complejo enfrentamiento de clases, donde los obreros, sindicalistas (destaca la figura de Maximiliano Tornet) y posteriormente las gentes del campo, reclamaban sus derechos junto con la defensa del medio ambiente.  La protesta, que inicialmente se enfrentó a la Rio Tinto Company Limited (dueña del suelo y del pueblo) se saldó con una masacre y a día de hoy es difícil saber la cifra real de las víctimas. La represión frente al pueblo desarmado se marcó en la memoria Andalucía, y se olvidó como tantas otras cosas. ¿Cómo surgió la idea de esta novela? ¿Pretendías rescatar del olvido una historia casi silenciada?¿Qué valor le das al componente ecologista de esta revuelta en los tiempos que corren?

JCW: Fue mi abuelo materno, a quien precisamente dediqué El corazón de la tierra, el que, siendo yo niño, me contó la historia de aquellas protestas y reivindicaciones que concluyeron en una masacre. Lo hizo, naturalmente, con palabras adecuadas a la edad de su oyente, al que tenía sentado en sus rodillas. Me impresionó muchísimo lo escuchado. Y me prometí que si un día era escritor, y estaba firmemente decidido a serlo, yo escribiría aquella historia de mi tierra. Ese episodio se había ido borrando, olvidando, apenas se recordaba…, y si eso sucedía en el entorno ni que decir tiene que era algo prácticamente desconocido en el resto de España. Comencé a reunir cuanta información pude y solo muchos años después, viviendo yo en Madrid, con la distancia geográfica, puede comenzar la escritura de aquellas páginas lacerantes de nuestra historia sepultada, borrada como por los mismos humos contaminantes de la calcinación del mineral al aire libre, las devastadoras “teleras”. Me sentí casi un médium que daba voz a quienes había sido acallados, acallados a sangre y fuego, durante tantos años. Fue muy intenso, muy conmovedor, también perturbador. Tuve la suerte de que El corazón de la tierra, que era mi primera novela, obtuviese un impresionante respaldo por parte de los lectores y el mismo mes de su salida, a las dos semanas, alcanzase la segunda edición, luego vino otra y otro y otra. Y después, una película inspirada en ella y dirigida por Antonio Cuadri, con un gran reparto internacional, y que obtuvo en el Festival de Los Ángeles el Premio a la Mejor Película Latina y varias nominaciones a los Goya. La lucha de aquellos hombres y mujeres, mineros, agricultores, ganaderos sigue siendo hoy, desgraciadamente, de hiriente actualidad.

Cada cual vive, aprende, y aprehende de una manera intransferible y única

J.G.: ¿Es Andalucía un buen lugar para que un escritor desarrolle su carrera literaria, o no queda otro remedio que saltar a circuitos como los de Madrid o Barcelona? ¿En qué momento se encuentra la poesía andaluza?

JCW:: Para mí la literatura no es una carrera. Por lo tanto, me dan igual los circuitos, no piloto ningún coche de Fórmula 1. Mi desnudez no se viste en la corte y confección literaria. No sé si hay poesía andaluza, manchega… Hay poesía o no, su autora o autor ha nacido en este o aquel lugar, esto puede marcarle o no. Esta poeta nació en Extremadura y escribe, aquel poeta en la Rioja y escribe, ¿es poesía riojana o extremeña con denominación de origen o es una extremeña y un riojano que escriben poesía? Yo he nacido en Andalucía, por cierto, en un lugar de Andalucía con influencia británica, y escribo. Cada cual vive, aprende, y aprehende de una manera intransferible y única, con sus múltiples y enriquecedores vasos comunicantes.

F.J.: Tus lazos con Granada van más allá de tu reconocida admiración por la figura de García Lorca. ¿Qué vínculos te unen a esta ciudad?

JCW: Si mi familia por tronco materno viene, en parte, de Inglaterra, la de mi padre procede, en parte también, de Granada. Cuando se cumplió el centenario de Federico García Lorca, Alianza Editorial, que también conmemoraba sus treinta años como editorial, me solicitó preparar un Álbum biográfico-cronológico de Lorca, y en el que pude incluir nada menos que 166 fotografías, fue una edición preciosa. Ahí, en ese Álbum contaba yo -haciéndome eco de las palabras del poeta- cómo un pastor apellidado Cobos enseñó al niño Federico nombres de plantas y animales, el predecir el tiempo mediante la observación de las nubes y el cielo. Aquel hombre sencillo y sabio le contaba cuentos de lobos que bajaban de los montes, historias de apariciones… El pastor Cobos puso al niño Federico García Lorca en contacto con la tierra y, a la vez, con lo maravilloso, y la fantasía del futuro poeta se iluminó con esos conocimientos. Pues bien, yo fantaseaba igualmente imaginando que ese Cobos pudiera ser pariente mío, por aquella rama paterna que llegó a las minas de Riotinto proveniente de Granada. Así como en la respuesta a una anterior pregunta he respondido que desde que conocí la terrible historia del “año de los tiros” me prometí escribirla, también desde que muy niño pisé Granada me prometí, de noche frente a La Alhambra vista desde el Paseo de los Tristes, que volvería. Que yo volvería. Y así ha sido una y otra vez, la última no hace más de unos días. Acabo de estar allí, y siempre descubro algo distinto o, aunque ya visto, lo contemplo con ojos a los que la vida les ha dado distinta mirada. O redescubro la ciudad a través de quien me acompaña, y renace el asombro, aflora la magia, brota el enamoramiento que provoca ese sueño, ese insomnio que es Granada, ciudad sonámbula. Yo me descubro en Granada, imán para mí con sus dos polos. Y siento siempre que hay una luz o una, no diré oscuridad, pero sí penumbra, que se me escapa, como cuando queremos atrapar el mercurio. Pero mejor, mejor, porque así queda y quedará -como Lorca escribió- el misterio que nos hace vivir. Granada, el alto cielo.


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F.J.: El paisaje de Ríotinto viene determinado por sus minerales, y sus minas son unas de las más antiguas que se conocen con yacimientos arqueológicos que así lo atestiguan. Su impresionante mina a cielo abierto, la más grande del mundo, parece la entrada al centro de la tierra. ¿Cómo crees que influye el paisaje, este paisaje, en la vida de un pueblo? ¿Y en la mente y en el corazón del escritor? 

JCW: Ese paisaje dramático, brutal, marciano, en el que aflora el amarillo del azufre y las llagas de la tierra muestran vetas violáceas, cárdenas, azuladas… Se diría que un arcoíris hubiese azotado como un látigo a la tierra y ella se hubiera quedado en carne viva, en tierra viva, herida, tatuada, con sus colores cicatrizados en un paisaje único, cruzado por un río de aguas rojas, ese ámbito  y la poderosa historia ancestral de quienes lo habitaron, está en mí, forma parte de mi ADN. Allí viví mi infancia y ese tiempo de sensibilidad pura, moldeable, quedó impregnado con aquella fuerza telúrica. Con su abismo y su vuelo.

F.J.: En tu galardonado y hermoso poemario ‘Llama de clausura’ (Visor 1997), nos muestras el descenso hacia la oscuridad, a la oscuridad más pura donde se pude descubrir un momento de luz. Hay sueños que se entremezclan con la realidad, como una novela de misterio. ¿Cómo llegaste a este poemario? ¿Qué supuso para ti el premio Gil de Biedma con él?¿Cómo cambia tu palabra al enfrentarte a un poema?

JCW: Escribí Llama de clausura tras dejar de dirigir la Fundación Juan Ramón Jiménez y marcharme a Madrid, ese libro y Escritura o Paraíso -aquel publicado por Visor y éste por Calambur- iniciaron un cambio en mi escritura. Me importó la luz abisal, quiero decir: el descender al fondo del fondo, el tocarlo sumido en oscuridad tanta, tan grande, que, como los peces abisales, debía generar mi propia luz. Comprendí que tal debía ser mi búsqueda poética.

F. J.: Biografía impura (Vandalia 2009), supuso tu vuelta a la poesía tras un largo período sin escribir versos. Hablas, de la infancia, del ser del poeta, excavas en la memoria para mostrarnos sus entrañas y te dejas manchar por la vida. ¿Cómo entiendes el ser del poeta a día de hoy? ¿En qué medida ha cambiado tu vida en estos diez años?

JCW: Biografía impura apareció tras once años sin publicar poesía, no sin escribirla. Yo seguía en todos esos muchos años escribiendo poesía, pero las puertas de la edición estaban abiertas a las novelas: a El corazón de la tierra, le siguió Mientras tuvimos alas, que obtuvo el premio de El Público a la mejor novela de ese año (2004), luego, El mar invisible, finalista del Premio Torrevieja, que era entonces como El Planeta, y fue una edición magnífica. También salió un libro de relatos Siete parejas y un solitario (Plaza y Janés). En fin… reservaba mis poemas, asistía a la metamorfosis de mi escritura. Cuando, después de más de una década, la Fundación Lara, en su colección Vandalia, publicó Biografía impura pensé que nadie se acordaría ya de mí como poeta, y además ese libro saltaba con pértiga una línea y signaba los primeros pasos de los libros que habrían de venir, como Para qué la poesía y El mundo se derrumba y tú escribes poemas. Creí, como digo, que nadie me recordaría como poeta, pero no fue así, Biografía impura alcanzó enseguida la segunda edición, obtuvo el Premio de la Crítica de Andalucía, y el cantaor Arcángel grabó un disco con sus poemas. No pudo darme más satisfacciones y alegrías ese libro.

J.G.: Has comentado que la idea generatriz de ‘Matar poetas’ surge de la contemplación de un graffiti en el que decía “Matamos poetas” e incluía un número de teléfono. Y que, por supuesto, llamaste (risas). A la sazón de lo que podemos encontrarnos en las redes sociales o en las listas de lo más vendido en poesía, ¿se hace necesario utilizar ese servicio (más risas)? No, hablando ya en serio, ¿crees que las nuevas generaciones de poetas caminan en la dirección adecuada?

JCW: A Borges le preguntaron en una ocasión qué opinaba de los chinos, y respondió: “No los conozco a todos”. Pues eso.

¿Y si no hubiera duende sin poesía?

J.G.: Recientemente has formado parte de los prestigiosos ‘Congresos del bienestar’ organizados por la Cadena SER, participando en la mesa redonda ‘Duende, verso y compás’, en la que junto con tu paisano Arcángel y Alba Molina charlasteis sobre la relación entre poesía y flamenco. ¿Puedes hablarnos un poco sobre dicha relación? ¿Existe el duende en poesía?

JCW: Puede quedar muy resultón y mágico y tópicamente embrujador decir que no hay poesía sin duende. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si no hubiera duende sin poesía? “Duende” es una manera romántica, idealizada, como de perfume enigmático que únicamente se aspira y se huele mediante alguna secreta revelación, un soplo que no se sabe de dónde viene, una llama de Pentecostés que,  de pronto, ilumina. Es, digo, una manera de nombrar lo que -tal vez- aflora del esfuerzo, del trabajo poético con rigor, con exigencia, con entrega absoluta, esto -y más, más- abrazado, desde luego, por la belleza, el vértigo, la emoción. Ese soplo inesperado que denominamos “inspiración” sucede porque antes hemos aspirado el mundo, hemos expirado con él, y la resurrección, ahora sí, es inspiración: regalo, hallazgo, el impagable precio y premio de la palabra poética. El agua, el aire, la tierra, el fuego hay que trabajarlos desnudo, para jue -perturbadora paradoja- al nombrar surjan, misteriosamente, la vida y la muerte.

J.G.: ¿Qué le queda por hacer, literariamente hablando, a un autor de tu impresionante y prolífica trayectoria? ¿Tienes ya nuevos proyectos en mente?

JCW: Muchísimas gracias, pero, ¡huy, si estoy empezando! Para comienzos de 2020 saldrá una reedición de mi primera novela El corazón de la tierra, ya lleva muchas en Plaza y Janes, pero esta la va a publicar La isla de Siltolá e incorpora novedades. No me refiero a la narración, no, la novela es la que es y continúa igual, sino a otros textos que la acompañarán, enriqueciéndola, y que serán una sorpresa.

J.G.: Momento ‘Carta Blanca’. Finaliza esta entrevista como te apetezca.

JCW: Me parece adecuado concluirla con uno de los poemas de Matar poetas, el libro que acabo de publicar. Es el primero, el que abre el libro:

ATRIO CON GRAFITI PARA ENTRAR A ESTE LIBRO TITULADO MATAR POETAS

Matamos poetas.

De pronto, esta pintada.
Y debajo, los dígitos de un teléfono móvil de contacto.
En rojo sangre sobre cemento gris, las letras del grafiti 
cubren la sucia tapia que cierra un callejón urbano sin salida.  
Tomas nota del número
y cuidadosamente revisas para corroborar que no haya error.

Cuando desorientado en esa ciudad desconocida
la encontraste: 
                       Matamos poetas
o con más exactitud
te asaltó, venías de rendir público homenaje a san Juan de la Cruz.  

Marcas. Llamas.


MATAR POETAS (Sel.), JUAN COBOS WILKINS

INTENTA EXPLICARME MI SUICIDIO

I

Hazlo discretamente, 
sin señales cifradas, sin mensajes ni símbolos.
Sin énfasis. Que el ángel
o Louis Armstrong no toquen la trompeta.
Que el aire que aquí muevas
no sobresalte a la mariposa de Hong Kong. 

II

Tampoco
elijas una ciudad hermosa y literaria.
Ni Trieste ni Macondo.
En tu casa
                 -si es que tienes-, 
tal vez
una tarde suave y elegante igual que un galgo afgano
o un alba inescrutable igual que un galgo afgano.
Quizás tras demorarte en una larga ducha muy caliente
y en el cristal de vaho escribir un secreto
que ha de borrarse pronto. Acaso
tras caer unas cerezas en tu boca
y recordar
qué misteriosos, mágicos, eran los gusanos de seda.

III

Evita releer cartas de amor, escuchar
el cuarto movimiento de la Quinta de Mahler,
ver fotos de familia y amigos.
                                               Sí puedes
resbalar lentamente la yema de tu dedo
por la caligrafía nublada ya, difusa, de tu madre
y pedir que a la memoria venga
el color indefinible de los hermosos ojos de papá.     

Matar poetas

Juan Cobos Wilkins

Editorial: Fundación José Manuel Lara
Temática: Poesía | Poesía contemporánea
Colección: VANDALIA
Número de páginas: 112

IV

Ponte ese olvidado suéter de cachemir azul, aún te favorece,
y unas gotas de la colonia fresca. 
Y no hay más.
En la nada, esto es todo.
El suicidio como una de las bellas artes. 

NO INTENTO EXPLICARTE LA AUTOFAGIA

Parásito hermafrodita. Organismo polizoico con poros genitales alternos de forma irregular en cada uno de los segmentos morfológicos en los que se divide su cuerpo (proglótides). El aparato reproductor masculino alcanza su madurez antes que el femenino (protandria), pero en las últimas proglótides los órganos sexuales femeninos están tan desarrollados que el sexo masculino acaba por desaparecer. Su cuerpo, segmentado con múltiples anillos, toma forma de cinta o venda y se muestra recubierto de tegumento. Puede alcanzar una longitud de más de 15 metros. Posee cuatro ventosas y un róstelo que desarrolla una o varias hileras de garfios. Carece de tubo digestivo. Y una vez en el cuerpo humano, puede distribuirse por todo él viajando a través del sistema circulatorio. 

Su nombre es tenia, devora desde dentro. Si la acaricias se llamará melancolía.    

NO INTENTO EXPLICARTE EL DAÑO

Jueves, 8 de junio, 1972. Kim Phuc, 9 años, vietnamita, desnuda y abrasada corre por una carretera tras el ataque aéreo con napalm. Grita, desde el papel nos alcanza su grito. Lo oímos. Solloza, más allá del papel nos asalta su llanto. Lo escuchamos. Otros chicos huyen junto a ella, una niña descalza lleva de la mano a su hermano pequeño, descalzo. Al fondo, soldados armados y nubes grises y cielo gris.
El fotógrafo Nick Ut disparó su cámara. 
“Sentí cuatro explosiones, luego las llamas lo envolvieron todo” -declaró Kim Phuc.
Con esa foto Ut consiguió el premio Pulitzer.
“Después de aquello -ha confesado Kim Phuc- únicamente esperaba ser una niña normal y estudiar medicina”.
El gobierno vietnamita la erigió en Símbolo Nacional de la Guerra y fue obligada a abandonar la escuela. Su destino sería ser vista siempre huyendo desnuda y abrasada, contemplada y recordada así por todo el mundo. 
El dolor revelado en blanco y negro, el horror en blanco y negro exhibido.     
Kim Puhc, vietnamita, 17 operaciones de injerto de piel.
El napalm, su calcinante resplandor. El relámpago del flash. 
Y el eclipse. 
Desertar de esa fotografía, salir, marcharse de ese trozo plomizo de papel. Borrarse igual que borra en el cuaderno de la escuela lo mal hecho.
“Sólo quería olvidar que eso había pasado, pero ellos exigían que todos lo recordaran. Y yo lo único que deseo es huir de esa foto, escapar de ella”.
Velarla.

(De ‘Matar poetas‘, Fundación José Manuel Lara. Colección Vandalia)

INTENTA EXPLICARME EL NO A PARÍS

Nadie debe saberlo,

es un secreto:
                     todos conocen París,
yo no.
          No me interesa
si no pude a los veinte.

La luz será
azogue derramado
del ¡ay! herido que danza en sus espejos.
El aire,
la sonrisa más dulce de otro aire
que revive tus eternas esperas, que recuerda
la sorpresa que no llega jamás.
Que tienta con traición
charmante, encantadora.
                                       Será
osadía o no, esa revolución o no,
el no y la resistencia.
                                 El mar
de olas azules bajo los adoquines.

Y por los puentes, 
mon coeur, 
por los ojos insomnes de los puentes,
mayo respirará tan puro que los besos, los amantes, los besos… 

Yo no viví
aquellos días de victoria, mon coeur, sobre la muerte. 

Yo no tuve veinte años en París.
Yo no quiero ir a París si no es enamorado.


Javier Gilabert (Granada, 1973). Casado y padre de dos hijos. Maestro desde hace cuatro lustros, disfruta trasmitiendo su amor por las palabras a unos alumnos de los que afirma aprender cada día. Cuenta entre sus filias la poesía, pasión que ya alentaran sus primeros maestros y con la que afirma haber “jugado” desde la infancia; ésta ha desembocado en su primer poemario, ‘poeAmario’. Siempre atento a las palabras y ávido lector, manifiesta su preferencia por la poesía nacional, especialmente de las Generaciones del 98 y del 27 (en la que incluye y subraya a Miguel Hernández Gilabert), pasando por las más actuales hasta llegar a coetáneos como Montiel, Praena, Iniesta o Jaén, que combina con otra de sus aficiones, la música, de cuyas letras también aprende y destaca las del “maestro” José Ignacio G. Lapido (091).

Fernando Jaén (Granada, 1975). Como poeta ha publicado 'El corral de las cuatro esquinas' (Dauro 2002), 'Los ciclos brutos' (Comares 2012), 'Los días del barro' (Comares 2014) y 'Las orillas difíciles' (Oblicuas 2015). Incluido en 'Todo es poesía en Granada', por el antólogo José Martín Vayas (Esdrújula 2015). Participa en 'Nocturnario', obra colectiva coordinada por Ángel Olgoso y José María Merino (Nazarí 2016). Aparece en 'Pájaro Azul', edición de Marina Tapia, homenaje a Rubén Darío (Artificios 2016). Ha colaborado con A.L. Guillén en distintas aventuras artísticas y musicales como 'Capricho 69' (1993), 'Restos' (1998), 'Amor sin misericordia' (2003) y 'Aprojimación a tu ciclo' (2013). De este diálogo ascético surge el documental 'Alfa y Omega' (2012). Es miembro del Institutum Pataphysicum Granatensis y del proyecto anartístico Gruppo Ungido. Para el autor, médico de profesión, "la poesía es la fuerza que te permite sobrevivir en la fragilidad".
Entrevista publicada originalmente en

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