‘El fuego de la venganza’, por Eduardo Flores

Dani Alves durante un entrenamiento con el FC Barcelona en el Camp Nou en 2022. Shutterstock / Christian Bertrand
por Eduardo Flores

Jueves, 21 de marzo de 2024. Una mujer se prendió fuego frente al Palacio de Justicia de Huelva el domingo pasado. Ocurrió por la tarde. No tuve noticia del caso hasta ayer y desde entonces me tiene hablando solo.

No quisiera abundar en el horror. Sé que la desesperación puede llegar a alcanzar grados no cuantificables, que alguien puede llegar -sin dificultad, me atrevería a decir-, al extremo de exponer su vida al dolor y la muerte con tal de acabar con aquello que hace sufrir.

Y hasta aquí nuestra herida de espectadores. Quedémonos, sin embargo, con la imagen: la mujer, después de caminar desde donde sea al lugar elegido, qué camino debió de ser, se planta frente al símbolo. Los ojos vendados, la balanza en frágil equilibrio, una tarde de domingo, los coches que pasan, la vida por todas partes, hace bueno. Ella que mira el edificio, tal vez algo sofocada por la determinación, sostiene un recipiente con líquido inflamable. Lleva una caja de cerillas en el bolsillo.

En una galaxia no tan lejana, por mucho que nos lo parezca, Dani Alves, otrora jugador de fútbol del más alto nivel, del mejor Fútbol Club Barcelona de todos los tiempos, condenado a cuatro años y medio por agresión sexual, léase violación, podría salir de la cárcel previo pago de un millón de euros. Lleva cumplidos año y medio de prisión, pagó ciento cincuenta mil euros a la víctima en concepto de lo que sea. Sí, quizá sea conveniente sacar una calculadora mientras leen. A servidor todavía no le terminan de salir las cuentas.

La Fiscalía pedía nueve años de cárcel para Dani Alves y la acusación particular doce. Conforme al Código Penal se considera agresión sexual “los actos de contenido sexual que se realicen empleando la violencia, intimidación o abuso de una situación de superioridad o de vulneración de la víctima, así como los que se ejecuten sobre personas que se hallen privadas de sentido o de cuya situación mental se abusare y los que se realicen cuando la víctima tenga anulada por cualquier causa su voluntad”.

Para la Audiencia Provincial de Barcelona Dani Alves “cogió bruscamente” a la mujer, la tiro al suelo e, impidiendo que pudiera moverse, continúo a pesar de “que la denunciante decía que no, que se quería ir”; considerando que existían evidencias más allá del testimonio de la demandante que probaban que había sido violada. El resultado, ya se ha dicho: Dani Alves condenado a cuatro años y medio de cárcel y ciento cincuenta mil euros.

El caso Dani Alves, sin embargo, se da la vuelta. Podrá quedar en libertad si deposita un millón de euros, de esos de los que puede disponer cualquiera, en algún momento, recurriendo a familiares y amigos, si no se diera bien. Quedaría el bueno de Dani privado de pasaportes, brasileño y español, y habría de acudir semanalmente a firmar en el juzgado. Eso sí, podría pasar las mañanas sentado en un banco bajo el sol de cualquier parque.

Desgraciadamente puedo imaginar qué pudo haber llevado a aquella mujer a prenderse fuego el domingo, existen demasiadas razones para sentirnos miserables y, según parece, a todas las quiere Dios. Pocas cosas son tan democráticas como la desesperación. Pero ignoro qué palabras habría pronunciado al dirigirse a la sombra de los muros que han de contener la justicia. Que no tenía un millón de euros, tal vez. Luego encendió una cerilla.

Eduardo Flores, colaborador habitual de La Mar de Onuba, nació en la batalla de Troya. Es sindicalista y escritor. En su haber cuentan los títulos Una ciudad en la que nunca llueve (Ediciones Mayi, 2013), Villa en Fort-Liberté (Editorial DALYA, 2017) y Lejos y nunca (Editorial DALYA, 2018).

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