El calentamiento global exige cambio de hábitos alimenticios a la humanidad

por Francisco Villanueva

Viernes, 23 de septiembre de 2022. La crisis alimentaria mundial y global ve a obligar a cambiar la forma de comer de los seres humanos. Para alimentar a una población creciente y frenar la destrucción ambiental está en marcha un cambio radical en la dieta humana: más frutas, vegetales, y legumbres, menos carnes y azúcar.

La población mundial se duplica en los próximos 30 años (pasa de 7.500 millones a más de 12.000 millones de habitantes) y para alimentar esa población se necesita incrementar la producción de agroalimentos entre 30% y 70%, lo que es imposible de realizar con los actuales métodos de producción sin desatar un colapso en el sistema de recursos del planeta, ante todo tierra, agua, emisión de dióxido de carbono, considerado como una unidad inescindible, un auténtico ecosistema.

La humanidad, en suma, enfrenta una cuadratura del círculo, que no es otra cosa que una imposibilidad lógica de nítido carácter autodestructivo en acción y que, como ha ocurrido otras veces en la historia del mundo, solo puede ser resuelta por la formidable capacidad de innovación del sector agroalimentario mundial, sobre todo en los tres países principales, que son EE.UU., Brasil y la Argentina.

En la producción de agroalimentos que requiere la época no sólo se trata de incrementar la productividad, tanto en términos de rendimientos como de todos los factores, sino de hacerlo además protegiendo al medio ambiente y enfrentando el desafío del cambio climático o “Calentamiento de la Atmósfera” y emisión de CO2.

En primer lugar hay que explorar el inmenso campo que abren a la producción de agroalimentos el uso intensivo de la inteligencia artificial, que es la tecnología fundamental y más abarcante de la revolución industrial, acompañada por la Ingeniería Genética, que es la punta de lanza de las Ciencias de la Vida, como creación deliberada de células vivas dotadas de una orientación genética específica que permitan la alteración de las plantas.

Todo esto se presenta en un escenario crucial de experimentación que son las granjas verticales, que se realizan dentro de las urbes más avanzadas, y en las que la “tierra” ha desaparecido como un componente del sistema productivo. Está en marcha una multiplicación de las “granjas verticales” en el mundo avanzado en los próximos 5/10 años; y este es un fenómeno que se produce con independencia de la urbanización prácticamente completa que tiene lugar en este momento, sobre la premisa de que su desarrollo está relacionado fundamentalmente con la necesidad de intensificar la producción agrícola mundial en medio de crecientes e ineludibles exigencias ambientales. Todo esto ha sido puesto de relieve en forma extremadamente aguda por la Guerra de Ucrania, combinada con el impacto provocado en la economía mundial por las sanciones comerciales impuestas a Rusia por EE.UU, la Unión Europea, y Gran Bretaña, que ha aumentado vertiginosamente el precio de los alimentos en el mundo.

En EE.UU. la mayor economía del sistema, los precios de los alimentos subieron a más 9.5% anual en 2022, que es el nivel más elevado desde 1979, en tanto que el precio de los alimentos fuera del hogar (restaurantes, cafeterías, etc) aumentarían más 7.5% este año, el mayor alza desde 1981.

Todo indica que estos precios se han convertido en la base para su incremento en los próximos 10/15 años; y es dentro de esta tendencia que van a producirse cambios importantes en la forma en que los alimentos son consumidos.

El consumo global de frutas, vegetales, y legumbres tendrá que duplicarse, mientras que el consumo de carnes rojas y azúcar deberá reducirse en más de 50% en el mismo periodo; como regla de oro y para enfrentar el doble desafío de alimentar a la creciente población con nuevos y mayores ingresos, y al mismo tiempo mejorar la salud y los beneficios del medio ambiente, es preciso una alimentación dotada de mayores productos vegetales con el consumo de menores bienes de origen animal, lo que implica que los primeros ante todo lentejas, garbanzos y legumbres aumentaran entre 100% y 200% en 2050, mientras que las proteínas de origen animal disminuirían 75%, o más.

Hay un proceso de sustitución de alimentos en marcha. Es muy notable lo que ocurre con la banana nueva, que es una variedad africana que se ha domesticado en las planicies de Etiopía. Esta se ha revelado extraordinariamente proteínica, al tiempo que es profundamente tolerante de las sequías y prácticamente todas las enfermedades vegetales. Se aseguró que solo un árbol de esta banana nueva puede garantizar la totalidad de las necesidades proteínicas de una familia en un año.

La Guerra de Ucrania ha vuelto a plantear de manera ineludible la necesidad de cambiar la estructura de la alimentación mundial, el mundo ya no da para más.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero
@FranciscoVill87

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