Marielle, Robinho, Alves y la perpetuación del machismo estructural brasileño

En la semana en la que por fin se detiene a los autores intelectuales de la muerte de la concejala, la insistencia en el beneficio de la duda a favor de estrellas del fútbol ya condenadas por violación revela que el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres en Brasil aún es largo. AP Photo/Silvia Izquierdo
por Leda Maria da Costa

 

Miércoles, 27 de marzo de 2024. La detención de los sospechosos de haber mandado matar en 2018 a la concejala brasileña Marielle Franco abre la posibilidad de que por fin se haga justicia en el caso de una mujer nacida y criada en el Complexo da Maré, en la ciudad de Río de Janeiro, una zona de la que los poderes públicos sólo se acuerdan durante las truculentas operaciones policiales.

Marielle Franco fue elegida concejala de Río de Janeiro y su programa estaba vinculado a la defensa de los derechos humanos, con énfasis en la lucha por los derechos de las mujeres. Esta causa es fundamental en una sociedad sexista y excluyente, en la que algunas personas son tratadas con indiferencia o incluso con abyección.

El arresto de los autores intelectuales de su muerte brinda un momento oportuno para hablar de machismo, sociedad y… de fútbol.

Porque los arrestos coinciden con dos casos de estrellas del fútbol que revelan que esta lucha tiene aún un largo recorrido. De un lado, la detención del exfutbolista Robson de Souza, Robinho, para que comience a cumplir la condena de nueve años de cárcel que le fue impuesta por una violación grupal. De otro, la puesta en libertad del exfutbolista del FC Barcelona Daniel Alves, tras reunir un millón de euros de fianza, mientras se resuelven los recursos presentados por la sentencia que le condena a cuatro años y medio de cárcel por violar a una joven en una discoteca de Barcelona.

Es importante traer a colación el problema del machismo en el fútbol brasileño y situar este fenómeno dentro de un complejo y perverso sistema de diferenciación entre los cuerpos que importan y los que son blanco constante de violencia y exterminio en Brasil.

Entrevista incómoda con el seleccionador nacional

Por eso fue tan incómoda la rueda de prensa del seleccionador brasileño Dorival Jr. cuando se refirió a la detención de Robinho. Dorival comenzó su intervención diciendo que “si realmente hubo algún tipo de delito y se demostró, tiene que ser sancionado”. Es cierto que el seleccionador fue una de las pocas figuras públicas que expresaron algún tipo de preocupación por las víctimas del exjugador y por la medida en que sus vidas se habían visto afectadas por la violencia que habían sufrido. Y este gesto me parece algo que debería destacarse positivamente.

Sin embargo, la molestia continuó cuando Dorival Jr. hizo hincapié en que Robinho –con quien había trabajado en el Santos– había sido un excelente deportista, “una persona fantástica, un profesional, dentro de nuestra convivencia, por encima de la media”. Esto sonó como un intento de defensa innecesario e inoportuno.

Beneficio de la duda invertido

Así que me pregunto: ¿por qué es tan fácil poner en duda las palabras de mujeres que han sufrido agresiones por parte de hombres? ¿Por qué es tan fácil poner en duda incluso las denuncias de estas mujeres, que han sido aceptadas, investigadas y debidamente juzgadas por el sistema judicial de países que solemos tomar como modelos de organización?

Este descrédito se refleja en los datos y no sólo en las palabras del entrenador de la selección brasileña. En una encuesta publicada en 2023, el Observatorio de las Mujeres contra la Violencia mostró que de las 21 700 brasileñas consultadas, el 30 % afirmó haber sufrido algún tipo de violencia de género. Y el 60 % reconoció que nunca había denunciado a sus agresores ante la policía.

Nos han enseñado, y a menudo enseñamos, a construir una sociedad en la que los cuerpos de las mujeres son tratados como desechables. Y, por desgracia, el fútbol –un deporte que quien firma este artículo ama entrañablemente– sigue siendo un instrumento eficaz para mantener y fomentar este tipo de pensamiento, que sustenta la vida cotidiana de muchas mujeres, rodeadas de miedo, amenazas y muerte.

Lejos de acabar

Incluso con cifras tan alarmantes, la tardía nota emitida por la Federación de Fútbol de Brasil, la CBF, comienza afirmando que “las condenas definitivas de los jugadores Robson de Souza (Robinho) y Daniel Alves ponen fin a uno de los capítulos más nefastos del fútbol brasileño”.

Esta idea de “fin de un capítulo nefasto” es un cliché vergonzoso y bastante inapropiado. Lo correcto y honesto sería darnos cuenta de cuánto hemos tardado en reconocer hasta qué punto el fútbol está moldeado por una estructura basada en el machismo y la misoginia. Y aquí vale la pena recordar que el expresidente de la CBF, Rogério Caboclo, fue denunciado por acoso sexual y moral por una empleada. Y en un reportaje reciente, Lucio de Castro sacó a la luz las posibles y graves consecuencias de este caso, que involucra a hombres que ocupan altos cargos en la institución futbolística más importante del país.

No es gratuito que la extrema derecha brasileña se haya apropiado de la camiseta verde y amarilla de la selección nacional, guiada por la exaltación de una masculinidad guerrera reacia a las reivindicaciones de las mujeres y otras minorías.

Un machismo que va de la mano del racismo

El fútbol brasileño necesita cambiar. Y la CBF, así como varios clubes, todavía tienen que asumir su parte de responsabilidad en la reconstrucción del fútbol brasileño. Las reivindicaciones de la sociedad, y en concreto de los movimientos de mujeres, de los colectivos antirracistas, de los colectivos LGBTQIA+ y de tantas otras minorías, que se manifiestan cada vez más en el fútbol, deben ser tenidas en cuenta. Y no sólo en los anuncios de marketing.

La CBF y muchos clubes que ganan millones con la venta de entradas, la venta de jugadores y las retransmisiones televisivas deben comprometerse, por ejemplo, a formar jugadores más conectados con los problemas sociales que les rodean.

Y en un espacio donde el cuerpo tiene tanto protagonismo, es importante conseguir que los jugadores se pregunten: ¿qué cuerpos importan en Brasil?

¿Qué cuerpos murieron y qué vidas se vieron afectadas por las fuertes lluvias caídas en Brasil en esta penúltima semana de marzo de 2024? Son los mismos cuerpos de tantas tragedias anteriores. Y es que, al parecer, los cuerpos negros y pobres pueden morir en masa o quedarse sin casa y sin posesiones. De ahí la casi indiferencia mostrada hacia los cuerpos sin vida en operaciones policiales.

En 2023, 1 706 mujeres fueron asesinadas como víctimas de feminicidio. Es decir, una media de 4 mujeres fueron asesinadas cada día en Brasil el año pasado.

Todos estos cuerpos afectados por diversas formas de violencia tienen algo en común: son tratados como poco importantes.

Y entonces muchos de estos jugadores, la mayoría de origen humilde, mirarán hacia atrás en sus vidas actuales o pasadas y se darán cuenta de que, en gran medida, buscaron en el fútbol el sueño de la promoción social y la oportunidad de hacer que sus vidas –y las de sus familias, especialmente sus madres y abuelas– contaran de alguna manera.

Y es muy posible que se den cuenta de la urgente necesidad de dejar de ser portavoces del machismo.

Y aquí termino como empecé, mencionando a Marielle Franco y deseando que sus asesinos sigan en prisión.

Leda Maria da Costa es Profesora e Investigadora del Laboratorio de Estudios de Medios y Deportes de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ). Tiene un posdoctorado en Comunicación de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Tiene un Doctorado en Literatura Comparada, Universidad Estatal de Río de Janeiro (2008), defendiendo la tesis La trayectoria de la caída. Las narrativas de la derrota y los principales villanos del equipo en los Mundiales. Es investigadora del LEME - Laboratorio de Estudios de Medios y Esporas - UERJ. Es profesora colaboradora del Programa de Postgrado en Comunicación de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

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