Réquiem por el Consejo de la Juventud

por Javier Polo

Cuando se aprueben los presupuestos de 2020 de la Junta de Andalucía se asestará un golpe mortal al Consejo de la Juventud de Andalucía que verá reducido su presupuesto en un 80%. La única incógnita que quedará por resolver a partir de ese momento será la fecha exacta del sepelio. Sobre las políticas de juventud reclamadas por este organismo como: planes de empleo específicos, bonos de transporte o medidas que faciliten la emancipación; ni se contemplan en el presupuesto, ni se les esperan.

Probablemente esta decisión del ejecutivo andaluz pase desapercibida para los ciudadanos o -a aquellos que la conozcan- les deje indiferentes. Para la mayoría, lo que ocurra con un organismo autónomo de la Junta no cambia el rumbo de nada. Lástima que tengamos una memoria tan selectiva y tremendamente caprichosa y ya hayamos olvidado aquel poema de Martin Niemöller (falsamente atribuido a Bertolt Brecht) que decía: «Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. (…/…) Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».

Al margen de este dato, publicitado por el propio Consejo, no conozco el proyecto de presupuestos por lo que no sé cuántas partidas más se recortarán. Si me he interesado por esta en concreto es porque estoy sentimentalmente unido a este organismo que ayudé a crear desde mediados los años ochenta del siglo pasado y del que fui su primer Presidente entre los años 86 y 89.

En unas semanas asistiremos a los debates en el Parlamento, donde la actual oposición argumentará que la intención última del Gobierno es silenciar cualquier órgano de participación medianamente representativo. El Gobierno probablemente aducirá que este Consejo no representa más que a las asociaciones que lo controlan y que, a lo largo de las legislaturas anteriores, se convirtió en un instrumento amansado que sólo servía para legitimar políticas de juventud cicateras o para justificar las decisiones de quienes le garantizaban el sustento. Como suele pasar en estos debates, a ninguno les faltará razón en sus argumentos, sencillamente se tratará de centrar el tiro en aquellos más beneficiosos en este momento a cada parte y en hacer el ruido suficiente como para que el que más alto grite se imponga en un debate espurio, porque, en realidad, a pocos les preocupará el resultado final, más allá de anotarse una victoria en la Cámara y ante las cámaras.

Como en otros velorios, la culpa es del finado. El Consejo de la Juventud de Andalucía se equivocó. Se equivocó hace mucho tiempo al aceptar integrarse en la estructura del Gobierno y no mantener el espíritu primigenio de ser un organismo plenamente autónomo y administrar sus propios recursos. Aceptó entrar en la maquinaria burocrática de una Junta, mucho más poderosa que Gobiernos de buena parte de los países del mundo. Se equivocó también al no asumir la representación de los jóvenes andaluces en su totalidad y no sólo la de los que están asociados. Estos dos, son para mí los dos pecados esenciales de un Consejo que, como digo, contemplo lejos de la neutralidad al haber sido yo uno de los “padres de la criatura”.

Pero también ha habido grandes aciertos y es innegable que es el mejor, por no decir el único, interlocutor válido entre el, poco desarrollado, movimiento asociativo juvenil y los que nos gobiernan. Ha jugado un papel incuestionable en la generación de debates, en la formación de los jóvenes cuadros de las asociaciones y entidades, ha vertebrado la Comunidad en sus áreas de intervención y ha conseguido ser un lugar de encuentro de los jóvenes de todo el territorio (territorio que era un erial en los primeros años de la década de los 80, cuando se creó). Sólo esto justifica para mí su existencia, su necesidad, su presente y su futuro, ese que se pretende cercenar ahora.

Debo confesar que no me inquieta tanto la decisión del Gobierno -ya sabemos eso de que “la cabra tira al monte”- ni el debate en el Parlamento, desgraciadamente nos hemos acostumbrado a que la política actual es sobre todo ruido, mucho ruido. Lo que me azora es la indiferencia de los ciudadanos ante estas decisiones. Y en esa indiferencia incluyo a esos jóvenes asociados que sí deberían estar haciendo ruido y que permanecen, hasta donde puedo ver, en ese estado de impasibilidad tan habitual en los tiempos que corren pero que tan dañino es para nuestra sociedad.

Espero que en algún momento nos demos cuenta que esto es un “suma y sigue”. Que hoy es el Consejo de la Juventud pero mañana será el de la mujer, el de cooperación, el de inmigración… y que el día que vengan a por ti o a por mí, en singular, no habrá nadie que nos defienda.


Javier Polo Brazo, columnista de La Mar de Onuba, ha desarrollado su experiencia profesional y vital en los campos de la Responsabilidad Social, los Recursos Humanos y el diseño de Sistemas Integrados de Gestión. Fotógrafo, cineasta y relator vocacional. En la actualidad trabaja como Director de Calidad, Medio Ambiente y Prevención en AUSSA. Participa en organizaciones sociales, como Cruz Roja, y es colaborador habitual de otros medios como Irispress. Guionista, director de cine y apasionado de la fotografía. Caminante y viajero incansable es fácil coincidir con Javier por esos mundos, donde siempre porta su cámara de fotos.

En Twitter: @JavPolo

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