Acerca de Joan Margarit

A Joan Margarit, (80 años ya) quizá con diferencia el mejor poeta catalán en este momento, le han dado el Premio Reina Sofía de Poesía. Sin duda un premio muy merecido por la calidad de sus poemas, especialmente en los últimos veinte años, pero también un premio con algo de política (o con mucho) un premio que debe querer ser como una mano tendida, para demostrar que se puede puede ser catalán y español al mismo tiempo.  Conocí a Joan Margarit en 1995 en un viaje que hicimos un grupo de escritores españoles a Buenos Aires. Margarit, Emilio Lledó y yo fuimos esos quince días un trío íntimo y casi inseparable. Sin problemas entonces, Joan Margarit   -arquitecto jubilado- era un español catalán muy sensible al dolor y al daño ajenos, porque tenía una hija, Joana, con una enfermedad degenerativa y que murió años más tarde, provocando uno de los más sentidos y duros libros de Margarit, con el nombre de esa hija muerta. En esos tiempos porteños (Margarit leía a la notable Alfonsina Storni) hablamos mucho los tres de dolor íntimo, y Margarit me dedicaría después un poema, con la imagen de Oscar Wilde, por las ingratas experiencias de acoso escolar que yo le conté de mí mismo. Margarit (y su familia) habían vivido parte de los años 50 en Tenerife, y él mismo -en 1963- había empezado a escribir poesía en español. De esa época el único libro que hoy sigue reconociendo es “Crónica” de 1975.  Creo que en la época que nos conocimos y nos apreciamos de veras, acababa de publicar o lo haría muy poco después, uno de sus libros que me gustan, “Estació de França” (Estación de Francia, 1999). Me gustaba y me gusta esa poesía de Margarit (“Joana”, 2002,”Casa de Misericordia”, 2007, entre otros) hecha ya en su edad tardía. La buena amistad duró mucho tiempo, y con amigos comunes, pero empezó a alejarse y decaer siendo para mí una gran decepción. Nunca lo hubiera esperado del tierno y sensible Margarit de Buenos Aires. Margarit hablaba mal de Gimferrer, y Gimferrer mal de Margarit (estas cosas suelen ser mutuas) y yo era amigo de Margarit y tenía – tengo- buena relación con Gimferrer. Intenté y pude separar a las personas y mi diferente estima por ambos. Sin embargo cuando un poeta al que yo conocía y trataba de muy atrás (y al que Margarit debe no poco, aunque también es mutua la dádiva en tales casos) y yo dejamos de ser amigos, por la desmesurada y fea ambición tramposa de ese personaje -y hablo ya de bastantes años atrás- Margarit, que publica sus libros en catalán y en español, que más que autotraducirse, recrea su propio poema, sí tomó partido y se fue lentamente alejando de mí, que nada le había hecho. Al poeta lo admiraba y lo admiró, el ser humano se me vino muy abajo. ¿Dónde quedaba aquel ser afectuoso y sensible? ¿Remaba hacia su propia conveniencia, dejando de lado humanismos? Nada he sabido de Margarit en los últimos cuatro o cinco años y ya nada quiero saber. El poeta vale. El hombre me ha decepcionado poderosamente. Y supongo que ahora vive otro conflicto -que le molestará- el poeta catalán español que se autotraduce o recrea en español, ¿dónde está respecto al independentismo? Creo que al modo podemita, ni afirma ni niega, se deja querer por todos y tiene palabras cautelosas, según convenga. Sigo (¡cómo no!) admirando muchos textos del Margarit poeta, al hombre se lo traga la falta de independencia personal y la voraz Historia. ¡Claro está que lo siento, antiguo amigo!

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